Apunte

Más que un grito en el balcón

La pancarta de Aurora, Daniela y Laia ('Todo mal') es un grito mudo en una Barcelona habituada al lenguaje distraído de los balcones

Pancarta en un edificio de Barcelona

Pancarta en un edificio de Barcelona / Iosu de la Torre

Iosu de la Torre

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La pancarta de Aurora, Daniela y Laia es un grito mudo en una Barcelona habituada al lenguaje distraído de los balcones. En la ciudad de los 2.000 chaflanes cuelga desde hace meses un 'Todo mal' que resume con dos palabras el desastre, involuntaria respuesta al 'Tot anirá bé' que surgió en las primeras semanas del confinamiento. Tres chicas de hoy en día explican la zozobra con claridad a Elisenda Colell. Esta es su generación, sobradamente preparada contra la corriente en unas aguas embravecidas por las sucesivas crisis de los últimos 13 años. 

Los balcones hablan, rugen, con pancarta y bandera o sin ellas. Son ojos que observan, bocas que declinan. La interpretación es libre. En la misma manzana del 'Todo mal' de Aurora, Daniela y Laia lucen desgastadas las sábanas que reclaman la libertad de los presos políticos, lazos amarillos y alguna rojigualda. La inmensa mayoría de los balcones y ventanas callan. 

En un edificio de la calle de Urgell conviven los dos extremos entre el tercero primera y el cuarto segunda. Tampoco faltan las arcoiris. Hay quien tuneó las barras de la 'estelada' con la gama gay. Tímidamente, en otras viviendas cuelgan las gris verde del 'Stop Contaminación' con la calavera pirata protegida con mascarilla. Las dos 'esteladas' gigantes que renuevan periódicamente en la avenida de Roma condensan los años del procès. Ha volado el cartel de cuando se decretó el estado de alarma y Felipe VI abjuró de la herencia de su defraudador padre. 'Qué puntazo sería salir de esta sin virus y sin corona', decía ese clamor tan actual. En una esquina de Aribau con Aragó han izado la enseña de la Rioja –sí, de la Rioja– sobre una tienda en traspaso por liquidación, una más. Se esfumaron los carteles del 'vendo piso', 'se alquila oficina'. La curiosidad surge en Gran Via-Rambla de Catalunya al reparar en el anuncio 'en lloguer' colgado junto a los lazos amarillos XXL de los balcones de lo que fue la Conselleria de Economia, hoy mudada a la Zona Franca.

Los puños violetas regresan con el 8-M. El lenguaje de los balcones se activó en el 2003 con el 'No a la guerra', cuando Barcelona sacó a la calle a un millón de pacifistas contra el imperio. Los miradores rugieron 14 años después con las caceroladas de octubre del 2017, siguieron rugiendo, y, al instaurarse la 'covidpandemia', se llenaron de gente aplaudiendo a las 8 de la tarde. Aquel homenaje a los sanitarios también era un brindis colectivo, ciudadano, un conjuro compartido arriba y abajo. Qué extraño que esa catarsis no resurja ante la sangría mortal por el coronavirus. Casi 19.00 fallecidos entre el 24 de diciembre y el 24 de febrero. Muere mucha gente, las ventanas están cerradas. ¿Alguien aún se cree el eslogan del Saldremos mejores? 

El 'Todo mal' de la calle Balmes-Provença es un contundente resumen. El 'Todo mal' es un angustioso continuará.