Pros y contras

Malabares

Que un estallido social promovido y patrocinado por el poder político haya conseguido camuflarse como un movimiento popular es digno de estudio

Disturbios en Barcelona durante la manifestación contra la detención de Pablo Hásel

Disturbios en Barcelona durante la manifestación contra la detención de Pablo Hásel. /

Emma Riverola

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La versión enésima del ‘procés’ va superándose en su capacidad de mímesis. Que un estallido social promovido y patrocinado por el poder político y convenientemente propagado por los medios públicos haya conseguido camuflarse como un movimiento popular es digno de estudio. Que ahora sea capaz de sumar las derivas antisistema ya es una malabar de premio.

Los niños y niñas que tenían 10 años cuando empezó el ‘procés’ ya pueden votar. Muchos acudieron con sus familias a las 'diades'. Cada año, un lema, una camiseta, ‘estelades’ al viento y la alborozada sensación de formar parte de una voluntad colectiva. De una conciencia que se creía imbatible. Hoy, algunos de esos jóvenes justifican la violencia ante la inutilidad de las marchas pacíficas de entonces. En un ‘tótum revolútum’ mezclan anhelos nacionalistas con justicia social. La memoria siempre es traicionera. Si repasan las imágenes comprobarán que aquella fiesta multitudinaria nunca estuvo protagonizada por lemas contra los recortes y la precariedad. Al contrario, quienes eran responsables de esas políticas encabezaban las marchas. Y tachaban de traidores a quienes trataban de combatirlas. 

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