Disturbios y vandalismo
La comisaría de Vic como síntoma
El encarcelamiento de Pablo Hasél es impropio de una democracia madura, pero esto no justifica los actos violentos que hemos vivido estos días y que demuestran que algo no funciona
Jordi Molet
Consejero delegado de 'Regió 7', 'Diari de Girona' y 'Empordà'
Jordi Molet
El ataque indiscriminado y sin contemplaciones al que un grupo de manifestantes sometió a la comisaría de los Mossos d'Esquadra de Vic hace reflexionar sobre los valores democráticos. Es la primera vez que una comisaría de los Mossos sufre un ataque de este tipo y que los agentes tienen que activar el código 33, que es el de máxima alerta y que solo se utiliza en casos excepcionales. Es cierto que en otras ocasiones se han vivido situaciones de tensión con manifestaciones ante la Delegación del Gobierno o a la comisaría de la Via Laietana de Barcelona, pero probablemente nunca las personas que había en el interior de estos edificios tuvieron la sensación de que los manifestantes estaban a punto de asaltar las instalaciones como sí pasó en el caso de Vic.
La manifestación había empezado en la plaza Major y discurrió con total normalidad, como la mayoría de concentraciones cívicas que se convocan. Sin embargo, una vez se disolvió, una parte reducida de los manifestantes, una cincuentena, se concentró ante la comisaría de los Mossos y allá se produjeron los ataques vandálicos. Los agentes que había en el interior del edificio eran de seguridad ciudadana y no estaban preparados para repeler un ataque como el que estaban sufriendo, porque su trabajo consiste al atender los ciudadanos que van a presentar denuncias o a hacer alguna gestión. Precisamente, en aquel momento atendían a una mujer que hacía una denuncia por violencia machista y a la que tuvieron que refugiar en la primera planta del edificio para que no resultara herida. Los que sí que salieron con lesiones fueron 11 agentes.
Hacía pocos días que, en plena campaña electoral, también se habían producido hechos violentos, con motivo de un acto de Vox. Un grupo de manifestantes fue a boicotear el mitin de este grupo fascista, que tal como se preparó tenía toda la apariencia de una provocación. Algunos de los seguidores que llevaban de claque los dirigentes de Vox amenazaron y provocaron a los manifestantes y los Mossos tuvieron que hacer un cordón para evitar enfrentamientos. Pero cuando el acto se acabó hubo carreras e intentos de agresión. Hay imágenes en que se ve a un joven que se sube a uno de los coches de Vox en plena marcha, cuando pasaban por el paseo. Después, algunos se dedicaron a increpar a los Mossos, lanzar objetos y dar patadas a las furgonetas de los antidisturbios. Naturalmente, de esto intentó sacar rédito el grupo de extrema derecha, que esta era su intención al elegir la plaza Mayor de Vic para hacer uno de sus mítines.
En los últimos años se han hecho muchas manifestaciones en Vic a favor del referéndum, de los presos, del 'procés' y de la autodeterminación y todos los actos, por cierto, muchos de ellos multitudinarios, se habían desarrollado con total tranquilidad y sin ningún tipo de violencia.
Muy diferente de lo que pasó con el mitin de Vox y con el intento de asalto a la comisaría. A pesar de que este último episodio se enmarca en las protestas y disturbios que ha habido con motivo del encarcelamiento del rapero Pablo Hasél, lo que pasó en el edificio de los Mossos es un síntoma de que algo ha cambiado y por eso la Conselleria d'Interior se plantea modificar el modelo de comisarías, para garantizar su seguridad, porque, en el caso de Vic, los agentes que había en el interior temieron por su integridad y esto no concuerda con el espacio seguro que se supone que son las comisarías.
Es evidente que el encarcelamiento de Pablo Hasél es impropio de una democracia madura y que el Estado tiene este y otros problemas que singularizan la justicia española en el marco jurídico europeo. Pero esto no justifica los actos violentos que hemos vivido estos días y que demuestran que algo no funciona. Destrozar mobiliario urbano, quemar contenedores, intentar asaltar una comisaría de los Mossos o vaciar un ojo a una manifestante, como pasó en Barcelona, son actos intolerables que no se tendrían que producir.
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