Análisis

La primera batalla de Biden

EEUU inicia un despliegue diplomático para solucionar la crisis con Irán, acentuada por Trump

Joe Biden, presidente de los Estados Unidos

Joe Biden, presidente de los Estados Unidos / EFE

Rafael Vilasanjuan

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Con permiso del calentamiento global, una lucha en la que el presidente Joe Biden ha comprometido sus mejores efectivos incluyendo recursos humanos y económicos para un plan global de largo recorrido y acciones inmediatas; con permiso también de la pandemia y la batería de medidas e inversiones que han revertido el estado de abandono de la anterior presidencia que condenó a la primera potencia mundial a ocupar también el primer lugar en los rankings negativos de contagios; sin apenas respiro Biden tiene que afrontar ahora la crisis con Irán.

Sería injusto endosar a Donald Trump el conflicto con Irán. Desde la caída del Sha y la revolución islámica, a finales de los setenta, no ha habido presidente americano que dejara de notar la sombra amenazante del régimen de los ayatolás. Biden no es una excepción y menos aun en medio del legado de su antecesor, cargado de intransigencia y arrogancia como estrategia, pero que lejos de haber impedido la carrera nuclear persa, solo ha favorecido un avance preocupante. También aquí se ha producido un cambio de criterio y una voluntad de recuperar la senda perdida, el pacto que alcanzó Barack Obama junto con la Unión Europea, del que Trump se desmarcó sin ofrecer alternativas.

A pesar de sus reiteradas negativas a reconocer que siguen avanzando, la capacidad de Irán de producir armamento nuclear es una amenaza real. No es ningún secreto que Irán e Israel, las dos potencias que se disputan el poder regional guardan precisamente en secreto su arsenal. El despliegue diplomático ha comenzado y todos reclaman que sea el otro quien de el primer paso. Pero la batalla no será fácil, ni corta. En Israel hay elecciones nacionales en marzo, en Irán el mes de Junio, y los halcones de ambos países van a hacer todo lo posible por enterrar el acuerdo. En ambos casos es el principal activo de los ultraconservadores para mantener el poder. Solo un acuerdo de paz podría demostrar hasta qué punto se puede vivir mejor sin ellos. 

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