APUNTE

Patada de frustración

Koeman, decepcionado en el Camp Nou tras el empate del Cádiz.

Koeman, decepcionado en el Camp Nou tras el empate del Cádiz. / Jordi Cotrina

Albert Guasch

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Uno de los equipos más inocuos que ha visitado jamás el Camp Nou devolvió a la sociedad barcelonista al abatimiento del que rescató la derrota del Atlético. El Cádiz, que no mordió ni arañó durante todo el partido, no solo no fue goleado, como hacía presagiar la evolución del encuentro, sino que arrebató el derecho a ilusionarse al equipo de Koeman. Y no hay nada más triste que eso: no poder ni siquiera soñar despierto. 

El sentimiento de frustración se expandió como un fuerte viento y el empate descolocó a todos, empezando por el propio entrenador, más decepcionado este domingo que el martes tras el vapuleo del PSG, según dijo. Debía ser una jornada más bien burocrática, de solventar la hora rara con un triunfo fácil y ponerse a echar cuentas sobre el calendario, pero este periodo de reconstrucción se va transitando sobre los escombros de una pila de decepciones. Una esperanza se abrió y cerró en apenas 24 horas.

Percatarse de las limitaciones

No estamos donde estábamos, sino peor, porque el equipo se va despertando de su ensoñación y percatando de sus severas limitaciones. Prácticamente fuera de la Champions, cuesta de creer en una remontada tanto en la Copa como en la Liga. El equipo no tiene vitaminas para noches heroicas. Y pinta a que cuando el nuevo presidente tome finalmente posición, la temporada se haya tornado ya intrascendente.

Carece el equipo de un sinfín de cosas: de gol, de calidad, ahora mismo también de confianza… "Somos los principales culpables", se responsabilizó Alba ante la falta de resolución tras el amargo empate. Tan cierto como es eso, nadie se juega más en esta compleja transición que Koeman, observado con escepticismo disimulado por los dos candidatos mejor ubicados para el triunfo electoral. No es este su equipo, compite con lo que hay, pero el fútbol no se rige por leyes empáticas. Pegó una patada al banquillo con el rostro tenso después de otro error de remate de Dembélé. Una patada que evidenciaba una frustración ampliamente compartida.