Análisis

De nuevo mambo en los altavoces

La historia se repite, ahora es Pere Aragonès y JxCat quienes andan buscando el plácet de la CUP

Las pretensiones con las que los negociadores republicanos intentan poner en cintura a JxCat son inviables

La candidata por la CUP, Dolors Sabater, junto a otros miembros de la formación.

La candidata por la CUP, Dolors Sabater, junto a otros miembros de la formación. / EFE / Enric Fontcuberta

Josep Martí Blanch

Josep Martí Blanch

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Parte de esta crónica podría haberse escrito en 2015, en 2017 o, como es el caso, en 2021. El escenario que dejó y deja el escrutinio de estas tres citas con las urnas siempre ha situado el mambo de la CUP como banda sonora de las negociaciones para formar gobierno y a los otros partidos moviéndose entusiasmados al son de su partitura.

En 2015 Artur Mas bailó enloquecidamente hasta que se le quemaron los pies con dos discursos de investidura fallidos que incluían algunos párrafos que parecían escritos por una asamblea anticapitalista. No sirvió el virtuosismo de Mas en la pista para satisfacer a la extrema izquierda, que lo envió a la papelera de la historia propiciando la salida del banquillo de Carles Puigdemont.

En 2017, el que acabaría siendo presidente de la Generalitat, Quim Torra, también llegó al cargo envuelto en papel regalo de los anticapitalistas y moviéndose al compás de los cuperos que en vísperas del ingreso en prisión de Jordi Turull, se negaron a investirle por tratarse de un personaje demasiado convergente.

La historia se repite. Ahora es Pere Aragonès y sus socios preferentes, JxCat quienes andan buscando el plácet de la CUP para arrancar la legislatura. Y el mambo ha vuelto a hacerse audible provocando de inmediato el arrebato danzarín de republicanos y junteros.

Mossos a la hoguera

Al primer compás, ERC y JxCat han echado a los Mossos a la hoguera para agradar a la CUP y mantenerla con buena cara en las mesas de negociación. A ambos partidos, para que quede claro que el mambo no se baila por obligación sino con entusiasmo, se ha unido el 'conseller' de interior, Miquel Sàmper, señalando como culpables a los hombres y mujeres que dirige de actuar de un modo impropio en la represión de los disturbios provocados por una minoría de vándalos en las manifestaciones de estos días.  Sàmper difícilmente podrá visitar una comisaría de la policía catalana sin evitar sentir de cerca el desprecio que sienten por él la gran mayoría de los uniformados de todas las unidades en estos momentos, pero la CUP debe estar satisfecha.

Revisitamos pues escenas del pasado en las que la CUP hace de CUP -hace bien- y ERC y JxCat se mueven al dictado de una coreografía pensada para agradar al DJ anticapitalista. Así las cosas, el primer escollo para mantener las negociaciones se ha salvado haciendo la vista gorda con el vandalismo al tiempo que se señalaba a los Mossos como culpables. Hasta aquí lo principal de lo que hemos visto en público.

En privado la cosa resulta compleja. Pere Aragonès ha decidido repetir el escenario de negociación que su partido ensayó en la Diputación de Barcelona después de las elecciones municipales, aunque en esa ocasión les saliese mal a los republicanos.

La estrategia pasa por dejar a JxCat como último de la fila en las negociaciones para cerrar acuerdos primero con los partidos de la izquierda. Así se aísla a los junteros y se reduce su margen de maniobra. Después se les invita a sumarse a pactos ya alcanzados dificultando que puedan explicar una negativa tajante a algo que ya concita las adhesiones de los demás.

En la diputación el tiro se torció porque ERC no contemplaba que JxCat se atreviese a pactar con el PSC, que es lo que acabó sucediendo. Pero, aunque ahora esa posibilidad no existe, Pere Aragonès lo tiene crudo para manejar las negociaciones a su gusto y acabar armando un ejecutivo que no sea una simple reedición del de los últimos tres años.

Las pretensiones de ERC

Las pretensiones con las que los negociadores republicanos intentan poner en cintura a JxCat son inviables: que el futuro presidente pueda vetar nombramientos y cesar miembros del gobierno sin pedir permiso, que dirija y sea la última voz en todas las políticas sectoriales, que JxCat haga suya la estrategia soberanista de ERC tanto en Catalunya como en Madrid y se avenga a no boicotearla. Lo único que sí le resultará fácil a ERC de todo lo que pretende es que la agenda política bascule hacia la izquierda, dado que el equipo negociador de JxCat ya es de ese perfil, caso de Jordi Sánchez, o bien se trata de personas desideologizadas como Elsa Artadi o Míriam Nogueras.

El resto de las pretensiones de los republicanos caerán en saco roto, inclusive si se alcanza un acuerdo y se afirma lo contrario. Las relaciones entre los dos partidos seguirán siendo malas y los resultados no han hecho posible una distancia lo suficientemente amplia entre ellos para que nadie deba claudicar. El único gobierno posible es pues el que ya teníamos. Con otro presidente y las carteras repartidas de otro modo.

Pensarán ustedes: ¿Y el resto de las combinaciones posibles? Sólo podrán llegar por accidente. Y para eso aún es temprano.

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