La encrucijada política

La oportunidad de Salvador Illa

El socialista puede construir un liderazgo sólido y ofrecer una alternativa para todos cuando el independentismo vuelva a fracasar en su objetivo autodeterminista

El candidato socialista Salvador Illa, ganador de las elecciones catalanas con más del 98% de votos escrutados, valorando los resultados de este domingo

El candidato socialista Salvador Illa, ganador de las elecciones catalanas con más del 98% de votos escrutados, valorando los resultados de este domingo

Joaquim Coll

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Es improbable que Illa pueda presentarse a la investidura. La presidencia del Parlament recaerá en alguien de Junts, que con el reglamento en la mano no se lo permitirá. Pero acierta el líder socialista en reivindicar su victoria y en querer ofrecer una alternativa porque Inés Arrimadas no lo hizo. Ahí empezó el declive de Ciutadans. Es cierto que Roger Torrent, presidente de la cámara catalana, tampoco la hubiera dejado porque el independentismo sumaba mayoría absoluta, pero ella ni siquiera hizo el amago de exigírselo. Y lo peor fue que tras la fallida investidura de Carles Puigdemont (30/01/18), cuando JxCat y ERC tuvieron el Parlament bloqueado durante meses hasta la elección in extremis de Quim Torra (16/05/18), la líder de C’s se quedó muda. Una actitud incomprensible que luego se entendió bien con su marcha de Catalunya.

De nuevo tendremos un Govern independentista, y aunque en ERC preferirían dejar fuera a Junts, no podrán. Cualquier otra combinación dependería del apoyo externo del PSC, lo que supondría meter el ‘procés’ en el congelador, exigencia imposible de asumir para los republicanos. Ahora bien, en el baile para la investidura no podemos descartar del todo que ERC, Junts y la CUP acaben tropezando y vayamos a nuevas elecciones, pero es poco probable. Hay demasiados cargos en juego. Además, Oriol Junqueras tiene una obsesión enfermiza con los socialistas, a los que intenta demonizar en cada entrevista (“están al lado de la represión y se alegran de que yo esté en prisión”, repite de forma infantil). Está instalado en el resentimiento y sigue sin asumir ninguna responsabilidad política por lo sucedido en 2017, pese a que en el libro con Marta Rovira reconoce que no tenían mayoría social para la independencia y un montón de errores más. ¿Entonces, por qué lo hicieron? Solo el sentimentalismo explica que alguien tan incongruente siga obteniendo una valoración pública tan alta.

Enorme cansancio

El 14-F refleja un enorme cansancio en la sociedad catalana por una suma factores. Pero lo que ha provocado tanta abstención no ha sido el miedo a contagiarse en los colegios electorales, sino el hartazgo político y la angustia por la situación económica. Los pobres y las clases con rentas medias y bajas tienen preocupaciones más apremiantes y no comparten la pasión secesionista de los ricos o acomodados. El resultado es que los partidos independentistas han sacado más diputados que en 2017, aunque han perdido 680.000 votos. Las elecciones no iban de independencia, sino de si pasábamos página al ‘procés’ para volver a las cosas que de verdad importan, o si prorrogábamos el empantanamiento. Ha salido lo segundo, solo que cambiando al maquinista del tren hacia el próximo choque. El único plebiscito del 14-F era por el liderazgo entre Junts y ERC, que se ha resuelto nuevamente en empate, pero esta vez con una ligera ventaja de los republicanos. Salvo sorpresa, Pere Aragonès será ‘president’.

La diferencia en la oposición entre Illa y Arrimadas es que el socialista liderará un espacio constitucionalista más transversal desde una fortaleza territorial que los naranjas no tenían. Tras la debacle de C’s y PP, solo queda el PSC. Su perfil educado y moderado puede atraer a votantes que se sienten huérfanos, desencantados por los partidos que se llaman constitucionalistas, pero que están muy lejos de la ultraderecha de Vox. Aunque Illa es un claro socialdemócrata, puede actuar de opción refugio de todos los moderados. Es un ‘tarradellista’. O sea, es más fiable que un ‘maragallista’. También puede pescar en las aguas del catalanismo, de los cientos de miles que esta vez ya no han votado independentista y se han quedado en casa. No es un dato menor porque la abstención es el primer paso para después cambiar de voto.

La legislatura anterior fue un fracaso en el Govern, con Torra de ‘president’, pero también en la oposición. Quien tenía que ejercerla huyó y C’s puso primero a Lorena Roldán y después a Carlos Carrizosa. El PSC tenía solo 17 diputados y Miquel Iceta estuvo a un paso de irse al Senado. Illa ha vuelto para quedarse. Tiene una gran oportunidad de construir un liderazgo sólido y ofrecer una alternativa para todos cuando el independentismo, tras otra legislatura que en el medio plazo será de confrontación, vuelva a fracasar en su objetivo autodeterminista.

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