Ágora

Un Ateneu para coser y cantar

La Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona deberían sentarse para impulsar un programa estable de cantautores

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Pere Camps

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Miquel Pujadó afirma que «una gran música o un gran texto no hacen una gran canción; es necesario el equilibrio entre las partes y la sensación de que estas partes se necesitan mutuamente». En efecto, la canción de autor, a pesar de que a menudo se identifica como un género musical, es un género independiente, híbrido -con elementos poéticos, musicales e interpretativos que lo acercan al teatro-, con características propias. Si hay un país que concentra una tradición de canción de autor más larga e ininterrumpida es, sin duda, el nuestro, con Barcelona como 'cap i casal' indiscutible. Podríamos decir que, desde los trovadores del siglo XII, aquí no hemos dejado de cantar ni un solo día para expresar el amor y el deseo, denunciar abusos y llamar a la revuelta, o llorar los muertos de los que se van, como Aute, Carbonell o Amadeu.

Pero, además, la importancia de la canción de autor en nuestro país es un hecho indiscutible sin el que no se entiende la historia política y cultural del último siglo. La canción forma parte de nuestro imaginario y ha incidido directamente en la creación de referentes colectivos. Con otras palabras: la canción es el jazz de los Països Catalans. Si quisiéramos, con una inversión relativamente pequeña, podríamos convertirnos en el centro mundial de la canción.

Si quisiéramos, con una inversión relativamente pequeña, podríamos convertirnos en el centro mundial de la canción

A pesar de este capital, en nuestro país la canción sufre una situación de precariedad histórica, algo que no se debe precisamente a la falta de cantera de artistas. Después de una gran popularidad en los 60 y 70, ha vuelto a promoverse desde mediados de los 90 hasta la actualidad, básicamente por la militancia de la gente del Barnasants, aquel pequeño ciclo de conciertos que nació en el barrio de Sants hace 26 años -el año siguiente que Ovidi y Efak se fueran de vacaciones-, para reivindicar el rol de la canción en la defensa de la lengua y la cultura y la lucha antifranquista, y contrarrestar la política de marginación institucional que arrastraba. Edición tras edición, se ha extendido en tiempo y espacio hasta convertirse, en los meses de invierno, en el lugar natural de cantautores tanto de nuestro país como de fuera, consolidados y emergentes. Quizá por eso hemos recibido el Premi Nacional de Cultura o la Medalla d’Honor de Barcelona, entre otros.

A pesar de las dificultades, desde un principio queríamos ser mucho más que un festival. Soñábamos en construir la primera red cultural de territorios de lengua y cultura catalanas. Por eso hace más de una década que empezamos a programar fuera de Catalunya, hasta llegar al 'Barnasants confederal': más de 130 conciertos en el Principat, València, Catalunya Nord, el Alguer y Baleares. Este año, hemos programado más de 140, el 80% en catalán.

Por desgracia esto no es suficiente ni para invertir la precariedad, ni para llevar la canción a todos los públicos donde debería llegar, ni para colocar al país en el centro del mapa cultural europeo e internacional. El 17 de enero iniciaba la 26ª edición del Barnasants en presencia de la 'consellera' de cultura, Àngels Ponsa, y el concejal de cultura de Barcelona, Joan Subirats. En ese contexto les dirigí una petición pública y directa: que Generalitat y Ayuntamiento se sienten para iniciar el proyecto del 'Ateneu de la Cançó'. Un Ateneu para poder ofrecer una programación estable todo el año. Para tener un espacio de creación e innovación, que promueva la divulgación del legado de la canción y lo renueve. Para, desde aquí, irradiar nuestro talento a todo el mundo. Un lugar de encuentro también para públicos que no son los habituales, como la gente de barrios y municipios alejados de la centralidad barcelonesa o niños y jóvenes. Un espacio para promover las mujeres cantautoras. Un rincón para la participación de las personas con diversidad funcional, física e intelectual.

El pasado domingo votamos. Unos proponen diálogo. Otros, unidad. Y los hay que hablan de recoser el país. Creo que el 'Ateneu de la Cançó', como el Barnasants, es de los proyectos que todavía es capaz de sentar en una misma mesa des del PSC hasta la CUP. A todos les pido que se comprometan con el 'Ateneu'. No sé si dialogaremos muy unitariamente. Pero cantaremos. Y mientras cantamos, coseremos el país.