CUENTOS

Hasél y Gretel

El encarcelamiento del rapero es una bala contra la tan manoseada idea de libertad de expresión y contra cualquier democracia que quiera seguir diciendo que lo es

Detención de Pablo Hásel en la Universitat de Lleida

Detención de Pablo Hásel en la Universitat de Lleida. /

Miqui Otero

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Si cuando una carroza se dirige a la catedral para celebrar la boda de unos herederos al trono todos los medios hablan de “cuento de hadas”, sería lógico que cuando se enarbolan fórmulas medievales como 'injurias a la corona' para meter en la cárcel también lo hicieran. Aunque hay gente que ha vivido demasiado tiempo del cuento y cuentos que cada vez menos gente se cree.

La monarquía puede ser algo tan inverosímil, sustentado en el mito y poco atento al sentido común de su tiempo histórico, como un cuento infantil. Que entre un músico (en este caso, el rapero Pablo Hasél) en la cárcel por, entre otras cosas, criticar a la Corona, entra dentro de lo que podría pasar en una historia de los hermanos Grimm. Que lo haga horas después de manifestaciones neonazis en la calle, cuando otros activistas de su cuerda (como los del asalto a la librería Blanquerna) siguen en esa misma calle, pocos meses después de que militares retirados de la Academia del Aire propongan “fusilar a 26 millones de hijos de puta” (los que apoyan un Gobierno elegido democráticamente) sin que el (nuevo) Mando Supremo de ese mismo ejército diga ni pío… ¿todo eso? Todo eso podría formar parte de ese mismo cuento infantil escrito mucho tiempo atrás.

La verosimilitud de ese cuento infantil, sin embargo, se resentiría de este giro de guiOn: su protagonista abandona primero su trono y luego su reino. O, en otras palabras, cuando quien verdaderamente injuria a la corona es quien se la ciñó desde que falleció el dictador al que ahora muchos cantan en las calles y otros defienden veladamente en las moquetas de los parlamentos. Es curioso cómo se suele equiparar la disidencia (incluso el exceso) venga de la derecha o de la izquierda, también cómo se iguala fascismo (el fascismo es fascismo, no anti-antifascismo) y antifascismo (se levanta contra la autoridad inhumana del primero), pero que se tenga la tendencia de pasar por lo Penal a los segundos. Poca libertad hay cuando quienes pone límites, amparándose en una ley más elástica que una Mano Loca pero aplicada con un guante forjado en hierro, son siempre los de un lado.

En la literatura infantil, en concreto en el cuento 'El rey malvado', hay reyes malvados que ejecutan a viudas (algo habrán hecho para que se les mueran los maridos) y también a todos aquellos primogénitos que son más altos que el rey (las madres ni los alimentan por temor a que crezcan demasiado). Hay bufones que pían demasiado y acaban en calabozos. La Reina de Corazones de Alícia logra que sus súbditos pinten las rosas blancas de rojo y se estiren cuando ella aparece, pero Alicia decide no hacerlo. Aunque a mí me gusta aún más la figura de Juanito Pierdedía que, en el cuento de Rodari, se propone “tocar la nariz del rey”: empieza por directivos, alcaldes, altos cargos y finalmente se sube a la carroza y se la estira al monarca (ese toquecito inofensivo en la napia se convierte en tradición y a partir de entonces tirar de la nariz del Rey se convierte en señal de valentía y de buena educación). Eso sucede porque Juanito logra escapar en cuanto pinza la nariz real, si no, el final del cuento habría sido otro.  

Habla de otro suceso escabroso que nada tiene que ver con este, que también lo es, pero el narrador de la alucinante nueva novela de Manuel Jabois dice que “el camino más corto para olvidar un cuento de terror es convertirlo en un cuento infantil”. A veces también sirve para entenderlo. En este caso, hasta un niño arquearía la ceja y pondría en duda el cuento cuando metieran en la cárcel al que estira (a distancia, con unas canciones) la nariz del rey. Hablo solo del Rey, porque hablo de cuentos infantiles, pero podría hablar de otras estructuras. Escribió Herzog que un elefante (qué ironía traer a colación a un paquidermo) puede llegar a mantenerse en pie diez días después de recibir un tiro mortal. Esto no es un debate sobre si te gusta o no lo que canta un rapero, ni el lugar para añadir que más allá de la monarquía, también habló de terrorismo: el encarcelamiento de Hasél (porque, recordemos lo importante, entrará en prisión por lo que dijo y cantó y no por lo que hizo) es una bala contra la tan manoseada idea de libertad de expresión y contra cualquier democracia que quiera seguir diciendo que lo es y que encima se lo pueda creer tanto el adulto que vota como el niño que debería poder y querer votar en el futuro.

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