El día después

Entre el alivio y la agonía

A Pedro Sánchez la 'operación Illa' le ha salido de 10, mientras que Pablo Casado e Inés Arrimadas han tenido un penoso desenlace electoral, siendo superados de manera rotunda por Vox

Carlos Carrizosa e Inés Arrimadas durante su comparecencia tras conocer el resultado electoral del 14-F.

Carlos Carrizosa e Inés Arrimadas durante su comparecencia tras conocer el resultado electoral del 14-F. / EFE / Alejandro Garcia

Rosa Paz

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Dada la complejidad de la política catalana, ningún resultado en las elecciones del domingo se presentaba a priori fácil de administrar, no solo en Catalunya sino también en Madrid. Tampoco lo es el que finalmente salió del recuento de los votos, aunque este, sin duda, supone un alivio para Pedro Sánchez, al que la ‘operación Illa’ le ha salido de 10, y una agonía para los líderes del PP, Pablo Casado, y de Ciudadanos, Inés Arrimadas, cuyos partidos han tenido un penoso desenlace electoral, siendo superados de manera rotunda por Vox. La irrupción de la ultraderecha en el Parlament no solo es una mala noticia para los dirigentes de la derecha moderada, lo es para el conjunto del Estado, porque, si nadie lo impide, los ultras avanzan hacia la hegemonía de ese sector ideológico y pueden estimular aún más la radicalización de los populares.

La victoria del PSC, la primera desde 2003 con Pasqual Maragall de candidato, viene a reforzar la apuesta de Sánchez por el diálogo y la búsqueda de soluciones al conflicto catalán, además de suponer una revalidación de la gestión de la pandemia, dirigida hasta hace unos días por Salvador Illa y cuestionada hasta el extremo por la oposición. El hecho de que ERC haya quedado como segunda fuerza política, por delante de JxCat, representa también un respiro para el presidente del Gobierno español, porque los republicanos son esenciales en la configuración de la mayoría parlamentaria que le apoya, al contrario que los de Puigdemont/Borràs, que le han negado el pan y la sal y cuyo triunfo en el sector independentista hubiera complicado mucho las relaciones con la Moncloa.

No obstante, Sánchez no lo tendrá fácil, porque, como se vio la noche del domingo, los dirigentes de Esquerra, fortalecidos por las urnas, parecen querer redoblar sus exigencias maximalistas, para las que podrían lograr el apoyo de Unidas Podemos, y que, sin embargo, son muy difíciles de gestionar por el Gobierno. Porque Sánchez puede estar pensando en indultos para los políticos presos y en reformas de la ley para rebajar el delito de sedición, pero ni puede conceder una amnistía, que no se contempla constitucionalmente, ni está en condiciones de aprobar un referéndum de autodeterminación. Así que, si pasada la euforia postelectoral no se modulan las peticiones, las relaciones entre la Moncloa y ERC pueden volverse todavía más complejas, sea cual sea, finalmente, la configuración del Govern de la Generalitat.

La derecha

Para la derecha española, el resultado de las elecciones catalanas ha sido demoledor. Ciudadanos ha caído de 36 a 6 diputados y el PP, que ya tenía una ridícula representación de cuatro escaños, se ha quedado con tres, casi cuadriplicado por Vox, que entra en el Parlament con 11 diputados. Arrimadas se enfrenta a los críticos de su partido que le piden responsabilidades, pero su formación ya pasó a ser marginal bajo el liderazgo de Albert Rivera, cuando se quedó con 10 diputados en las elecciones generales de noviembre de 2019.

Peor es lo de Casado, que encabeza el primer partido de la oposición al que Vox le disputa la hegemonía de la derecha. Casado tendrá que enfrentarse ahora a quienes dentro del PP dudan de su capacidad para liderar el partido en esas circunstancias. Obsesionado con los de Abascal, el líder popular da bandazos y se aplica casi con tanta dureza como los ultras contra el Gobierno, negándose a cualquier tipo de pactos, incluso los que vienen obligados constitucionalmente, como la renovación del Consejo General del Poder Judicial. El pésimo resultado catalán le pone en la picota.

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