Apunte
14-F: Economía en busca de gestor
El país requiere consensos mínimos para evitar caer por el tobogán de la decadencia
Agustí Sala
Redactor jefe de Economía
Además de El Periódico, trabajé de 1989 a 1990 en La Economía 16, como responsable de Economía en el Diari de Barcelona, de 1989 a 1990; en la sección de Economía de TVE Catalunya de 1987 a 1989, en Antena 3 de Radio, de 1985 a 1987 y en el Diari Menorca, de 1983 a 1985 y Radio 80-Menorca. Además la licenciatura en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona (1992-1986), tengo un posgrado en dirección general (PDG) 2011-2012y un curso de Márketing Digital y Redes Sociales por la EAE Business School
La economía catalana lleva mucho tiempo sin un rumbo claro, como mínimo desde principios de la anterior década. Las empresas y los autónomos sí que lo tienen claro: hacer todo lo posible por mantener a flote los negocios. Pero todo eso lo han tenido que hacer en un escenario con un Govern formado por facciones rivales, una hoja de ruta basada solo en ideales y lo último que faltaba: una crisis provocada por el coronavirus con una política inmersa en una campaña casi permanente. Hay que rehacerse de la caída del 11,4% del año pasado.
Y el contexto político poco hace por solventar los problemas de las empresas, de los autónomos, de los trabajadores y de los ciudadanos en general. Basta con ver algunos de los debates electorales. Muchas veces se piden cosas a los gobiernos, que si ayudas (actualmente imprescindibles para evitar una debacle), que si apoyos, que si unas políticas determinadas, pero lo que sí se les debe exigir es que sean parte de la solución y no que contribuyan a empeorar el problema. Y a quienes están en la oposición o tienen muchos números de estar o permanecer en ella, hay que reclamarles que no jueguen con el populismo, esa peligrosa tentación que atrae incluso a veces a los gobiernos.
El 14-F debería ser un punto de inflexión, una casilla de salida a partir de la cual fijar unas reglas de juego básicas en las que, sin que nadie tenga que renunciar a sus ideales, se pueda desenvolver la economía a medio y largo plazo. En Catalunya es preciso contar con un marco mínimo estable, con una mínima predictibilidad. Eso requeriría consensos en lo básico, menos gestos y más determinación por alcanzar acuerdos por parte de todas las fuerzas políticas. Quizás es mucho pedir, pero es lo mínimo para evitar que la economía catalana se despeñe inexorablemente por el tobogán de la decadencia. Ni cualquier tiempo pasado fue mejor ni el futuro está todavía escrito (del todo). La economía catalana necesita de una vez una hoja de ruta, un modelo y una gestión política que, al menos, no nos lo ponga más difícil.
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