Contexto

Pacto de desgobierno

Los partidos independentistas no se han puesto de acuerdo a la hora de gobernar y sí lo hacen ahora para vetar una alternativa transversal de gobierno

BARCELONA 02 02 2021 POLITICA ELECCIONES 14F Carteles electorales de PSC y ERC Perdo Sanchez  y Aragones en la calle Pi i Mragall del barrio de Gracia FOTO ELISENDA PONS

BARCELONA 02 02 2021 POLITICA ELECCIONES 14F Carteles electorales de PSC y ERC Perdo Sanchez y Aragones en la calle Pi i Mragall del barrio de Gracia FOTO ELISENDA PONS / ELISENDA PONS

Rafael Jorba

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Rebobinemos. Hemos ido a elecciones porque hace un año el presidente Torra constató que se había roto la cohesión del Govern. Torra podía haber anticipado los comicios, pero aguantó contra viento y marea hasta su inhabilitación. La mayoría parlamentaria independentista seguía intacta. El independentismo podía haber elegido otro presidente, pero no lo hizo. Se limitó a recortar los poderes de Pere Aragonès, convertido en “vicepresidente del Govern de la Generalitat en sustitución de la presidencia de la Generalitat”. La cita del 14-F es el resultado de los automatismos estatutarios ante esta situación de 'impasse'.

No diré, como ha apuntado Salvador Illa, que el documento firmado por los partidos independentistas comprometiéndose a no pactar “en ningún caso” con el PSC sea la “foto de Colón del independentismo”. Constataré que se han ahorrado hacerlo ante notario, como lo hizo en su día Artur Mas con el PP. El documento, en todo caso, es un pacto de desgobierno: no se han puesto de acuerdo a la hora de gobernar y sí lo hacen ahora para vetar una alternativa transversal de gobierno. La ‘vía amplia’ que auspiciaba ERC se ha convertido en ‘vía estrecha’

En este contexto, la Catalunya empatada consigo misma puede reproducirse en las urnas. El politólogo Oriol Bartomeus lo ha sintetizado en su artículo ‘La gran rasa’ (‘La gran zanja’), publicado en 'Política&Prosa'. Explica que una gran zanja divide las preferencias electorales de unos y de otros: “Son pocos los que se atreven a cruzarla. Según la encuesta preelectoral del CEO, menos de 100.000 electores traspasarían esta frontera”. Los que están dispuestos a cruzar la zanja, en un sentido u otro, “representan un raquítico 1,7% del total del censo”.

Este escenario –dos espacios electorales prácticamente impermeables– es uno de los resultados de casi una década de proceso y antiproceso independentista. Antes había un centro de gravedad, en expresión de Isidre Molas, que pugnaba por la centralidad: “CiU, desde el centro de pertenencia catalán, y el PSC, desde el centroizquierda dual”. “Ya no hay un centro de gravedad que atrae las fuerzas políticas y las obliga a adoptar posiciones híbridas, mestizas. Ahora es todo lo contrario. Para ganar hay que mostrarse como el más puro del mismo espacio, el más duro, el más inflexible”, concluye certeramente Bartomeus.

La democracia dicotómica, en blanco y negro, atenaza no solo la política catalana sino la gobernabilidad. El veto expreso al PSC, más allá de cálculos electorales, tiene un efecto perverso: expulsa del arcoíris de la catalanidad a una fuerza central del catalanismo político. Unos y otros deberían releer un texto de Joan Maragall, de 1910, en el que afirmaba que “nuestro pueblo está muy necesitado de acostumbrarse, en interés de todos, a verse unido más a menudo por el amor que por el odio, y a respetar y a honorar a sus hombres, sean del color que quieran, mientras este color se componga con el arco del cielo de Catalunya”. Esta es la tarea pendiente: alumbrar una primavera catalana tras el largo invierno del ‘procés’.

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