Opinión | Editorial

El Periódico

El erróneo camino de responder a Vox con la violencia

A la ultraderecha se la combate de muchas formas, pero no con la violencia que, por principio, no debe tener ningún papel en la vida pública

Santiago Abascal mostrando algunos de los objetos que li han lanzado en Salt.

Santiago Abascal mostrando algunos de los objetos que li han lanzado en Salt. / Gerard Vila

Este fin de semana, colectivos autocalificados como antifascistas utilizaron la coacción y la violencia para impedir la celebración de actos electorales de Vox, con el argumento de que es así como se debe detener a la ultraderecha. Un planteamiento, sin más, erróneo. El racismo, las mentiras, las llamadas a alimentar la división y el enfrentamiento social se combaten de muchas formas. Desmintiendo las falsedades, informando de forma crítica, cerrándole el acceso a los órganos de gobierno de las instituciones, manifestando la discrepancia en la calle (algo muy distinto de impedir que el otro pueda expresarse también). Pero no con la violencia que, por principio, no debe tener ningún papel en la vida pública.  

La ley de partidos prevé la ilegalización, bajo control judicial, de formaciones políticas bajo determinadas condiciones. Cuando esto no sucede, todo partido tiene derecho a desarrollar libremente su actividad, aún más en periodo electoral. Y los cuerpos de seguridad tienen la obligación de garantizarlo, y actuar de forma proporcionada contras quienes impidan el derecho a la participación política. Convertir en objeto de críticas la actuación de los Mossos en Vic y Salt (por insuficiente) encaja en la explotación del victimismo por parte de Vox pero hacerlo por excesiva (cuando tantos agentes fueron también agredidos) inquieta por parte de quien, como la candidata de JxCat, aspira a tener bajo su dirección a la policía catalana.