No victimizar
Vox, Vic, violencia
Vox obtuvo en Vic el premio que buscaba, pero es urgente plantearse si un partido así cabe dentro de la legalidad
Ernest Folch
Editor y periodista
Ernest Folch
Vox obtuvo en Vic y Salt el trofeo que buscaba. Fue solo a provocar, con la excusa de celebrar un mitin para nadie, y se encontró con el premio gordo de la agresión: la huida de sus coches, entre lanzamientos de objetos, son las imágenes que soñaban para victimizarse en las redes sociales y entrar en los noticiarios nacionales, que ayudan a amplificar todavía más su mensaje ya de por sí amplificado.
El episodio plantea una pregunta recurrente: ¿qué hacemos con Vox? Algunos partidos corrieron enseguida a autoproclamarse como su antídoto pero tienen poca credibilidad. Los constitucionalistas, que tras el 1-O poco o nada dijeron sobre los grupos neonazis que sembraron el terror en calles de Barcelona y anticipaban el fenómeno, tienden a exculpar a Vox, ni que sea por comparación a Bildu, como diciendo que mejor el racismo que el supuesto terrorismo. Los partidos independendistas, incapaces de condenar la violencia en Vic contra Vox, con su eterno miedo de decepcionar a los radicales, pierden otra oportunidad para reforzar su legitimidad: su triste silencio ante las graves agresiones a los Mossos en Vic demuestran que hay un independentismo que todavía está quemando contáiners en Urquinaona, con escasa autoridad moral para combatir el fascismo.
Vox explota pues con habilidad las debilidades de unos y otros, y sigue creciendo con el apoyo cada vez más indisimulado de algunos medios que lo promueven como la vacuna para combatir todo lo que molesta, desde el independentismo a Podemos. Solo así se entiende la sospechosa presencia de Vox en los debates electorales en Catalunya cuando todavía no tiene representación parlamentaria. La cuestión es pues qué hacemos con este neofascismo blanqueado: combatir con violencia a la violencia es perder la razón y solo sirve para publicitarlo. Lo único inteligente es silenciarlo, aislarlo e ignorarlo. Eso sí, debemos empezar a plantearnos en serio si dentro de la libertad de expresión o simplemente dentro de la legalidad puede caber una formación racista, xenófoba y esencialmente violenta.
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