Elecciones catalanas
Programa, qué programa
Más que orgullosos brindis al sol, los programas electorales parecen micciones vergonzantes a la sombra
Xavier Bru de Sala
Escritor y periodista.
Xavier Bru de Sala
No parece que haya sorprendido a nadie la muy elocuente ausencia de resúmenes y comparativa de programas, tan habitual en los medios de comunicación en otras campañas. Tienen razón los responsables de los medios que, esta vez, han concluido que no valía la pena perder el tiempo y hacérselo perder a sus fieles. Total, más que orgullosos brindis al sol, los programas electorales parecen micciones vergonzantes a la sombra. Es así por dos razones principales. La segunda, que nadie sabe si formará parte de una mayoría de Gobierno, de qué color o tendencia será esta mayoría y ni siquiera, en caso de tener ‘consellers’, en qué condiciones y con qué posibilidades contarán para hacer avanzar su ideario (no un programa que ni siquiera, llegado el caso, los responsables de aplicarlo se habrán leído). La primera, que en estos comicios, tanto o más que en los autonómicos anteriores y a diferencia de cualesquiera otros, se vota o se deja de votar por la posición de cada partido o candidato en el incierto panorama del ‘posprocés’, no por las propuestas que puedan llegar a presentar, y menos aún por escrito. Las palabras quizá se las lleva el viento, pero ahora ocurre algo aún peor con los programas, que son o parecen clandestinos, y mejor para quienes los ocultan en vez de exhibirlos o ni tan solo cumplir discretamente con el trámite de presentarlos.
La alergia programática empuja a los candidatos con posibilidades de ganar a soltar alguna promesa, pero de manera muy curiosa, latosa y sobre todo reveladora de la propia desorientación (reflejo de la general), dominan las promesas en negativo: "No me voy a aliar con este y aún menos con el otro". ¿Por qué en negativo? Porque en estas elecciones hay de todo menos propuestas viables, y de ahí el subidón de la abstención, única opción destinada a sufrir incrementos hasta el domingo.
Ya que, en el fondo, el programa real es el mismo para todos: “En el Gobierno o en la oposición, pasaré la maroma como pueda, improvisando día a día a la espera de novedades que ni sé ni puedo prever”.
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