¿Y la gripe?

Leo, estupefacto, que en el período que va de octubre a enero no ha habido, en Catalunya ni un solo caso de gripe. Ni uno. En el resto de Europa, las cifras son similares. Bueno, quiero decir que tal vez ha habido alguno, pero en la competición virtual entre el virus gripal y el coronavirus la goleada ha sido histórica. Han influido, claro, las medidas preventivas, las mascarillas y la distancia social, pero el hecho es que hoy no encuentras a nadie que te diga: "Sí, he estado en casa unos días, con una gripe de caballo".

Parece como si la existencia de la gripe fuera una frivolidad, una minucia sin importancia junto a los estragos del covid-19. Como algunos de los síntomas se parecen, los optimistas piensan, íntimamente, que se trata de la gripe habitual, la conocida, la de narices como fuentes y dolor de cabeza. Los pesimistas, en cambio, entienden las señales como un paso previo a la hospitalización. Pero no hay gripe. ¿Dónde están los remedios caseros, los de toda la vida, los vahos de vapores mentolados, la limonada caliente, el calor de la cama para sudar? 

Hemos perdido muchas cosas con esta pandemia. También las tardes perezosas y amorfas de gripes benignas.