Insumisos de las restricciones
Normalidad de estercolero
No sé cómo podría administrarse a este colectivo de incumplidores de la norma la vacuna del deber social, pero sí sé que las miserias del rifirrafe político no ayudan nada.
Carles Francino
Periodista
No son solo cifras. No son datos perdidos en la maraña de números de la pandemia. No son muchos. Pero sí muy dañinos. Por lo que hacen y por el ejemplo que dan. Y creo que deben ser estudiados como un fenómeno. Son los -y las- que se organizan cada fin de semana y se pasan por el forro las restricciones para frenar al bicho. No son forzosamente negacionistas, antivacunas o antisistema. Hay adolescentes, jóvenes, maduros e incluso algún veterano. Son los apóstoles de la transgresión pandémica.
El otro día apelé a la opinión de algunos filósofos para tratar de entender qué se esconde en la cabeza de esta gente y me topé con reflexiones sobre individualismo, hedonismo, exhibicionismo…a las que se podrían perfectamente confrontar solidaridad, responsabilidad y sensatez. Es verdad que el universo desatado de las redes sociales ha impuesto una religión donde el deseo, el placer y la recompensa inmediata pasan por delante de cualquier otra consideración, pero también se echa en falta una mayor pedagogía del sufrimiento del otro.
Porque para los incumplidores de normas e insumisos de la emergencia, la disyuntiva es clara: quedar en casa de un colega, o en un garaje, tomarse unos cubatas en grupo - o lo que se tercie- y poner música, tiene gratificación garantizada; en cambio infectarse, enfermar o contagiar a los demás es solo una probabilidad. No sé cómo podría administrarse a este colectivo la vacuna del deber social, pero sí sé que las miserias del rifirrafe político no ayudan nada.
Cuando estos días de campaña escucho acusaciones de que hay quien antepone los votos a las vidas al no aceptar el aplazamiento de las elecciones catalanas, me entra una congoja infinita. Porque también antes de Navidad hubo quien sugería que al Govern le interesaba un empeoramiento de la pandemia; que así podría justificar el retraso de los comicios. Me pregunto cómo hemos llegado a este pozo de indecencia y si aún podemos hundirnos más. Porque lo grave no es solo que se lance toda esta basura al debate público, sino que la aceptemos como si tal cosa. ¿Nueva normalidad? La del estercolero
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