Música
Todas las formas del yo
De vez en cuando se edita algún disco que por diversas razones me ofrece justo lo que quiero escuchar en ese momento, como 'The Future Bites', el último de Steven Wilson
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
Este artículo podría empezar de tres formas distintas, y todas nos llevarían al mismo sitio. Podría empezar hablando de la influencia que sigue ejerciendo David Bowie cinco años después de su muerte, tanto con su música como con su actitud reflexiva sobre el mundo. También podría hablar de la emergencia de narcisismo más superficial en la era de las redes sociales, una especie de nihilismo por sobreexposición. Y finalmente podría hacer una reflexión más personal, con una mezcla de nostalgia y orgullo generacional. Al final, sin embargo, hoy siempre acabaría hablando de un músico: Steven Wilson.
Aunque no sigo la actualidad musical con la misma curiosidad de antes, de vez en cuando se edita algún disco que por diversas razones —los textos, las influencias, la atmósfera— me ofrece exactamente lo que quisiera escuchar en ese momento. Es el caso del nuevo álbum de Steven Wilson, ‘The Future Bites’, publicado hace solo unos días: quizá porque Wilson y yo somos de la misma quinta, le escucho y pienso que todo lo que lo ha provocado, el magma creativo que se intuye detrás, resuena de alguna forma en mi pasado. Lo curioso es que nunca he seguido especialmente a Wilson y solo en los últimos años, a medida que su carrera de productor le dejaba espacio para hacer cosas más personales, he conectado con su imaginario musical.
En este nuevo disco, especialmente, a través de la heterodoxia de los géneros: lo escucho y sé encontrar apuntes de Todd Rundgren, The The o Joe Jackson, y la presencia latente del último David Bowie. Sin abusar nunca, más bien como una herencia compartida que da a la mayoría de las canciones un aire de familia. En contraste con este bagaje que surge de la experiencia, unas letras que hablan a menudo de la identidad en transformación, de la distancia entre el ‘self’ del que se hace ‘selfies’ y el yo que hay detrás, obsesivo y cada vez más difuminado en este presente distópico. Un buen ejemplo visual de este desajuste, tan bello como perturbador, es el vídeo de la canción ‘Self’, donde el rostro de Steven Wilson va cambiando ligeramente, y tan pronto es él mismo como Brad Pitt, Donald Trump, Hillary Clinton o David Bowie —'selfies' del yo, máscaras—.
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