La Tribuna

Vacunas, mercados y Von der Leyen

La estrategia de compra conjunta de la Comisión Europea surgió como una gran oportunidad para la UE, pero está a punto de descarrilar con la resurgencia del papel de los Estados

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. / FRANCISCO SECO

Ruth Ferrero-Turrión

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La producción, compra y distribución de las vacunas contra el covid-19 se ha transformado en lo que Maquiavelo denominaría razón de Estado. En el actual contexto pandémico, conseguir la inmunidad se ha convertido en prioridad absoluta. Esto permitiría, supuestamente, retornar a una situación anterior, en donde las relaciones económicas y sociales no se vieran constreñidas por restricciones varias.

Hasta hace bien poco, en el contexto europeo, la tarea de proveer de protección recaía en los Estados. Sin embargo, la puesta en marcha de un Fondo de Recuperación con capacidad para emitir deuda común y facilitar la salida a la sindemia hizo albergar algún tipo de ensueño federal y ‘hamiltoniano’ en el entorno comunitario. En ese marco integrador y cooperativo es como tuvo lugar la decisión de comprar las vacunas que permitirían no solo volver al ‘momentum’ prepándemico, sino que, además, harían que tanto la cohesión interna como los vínculos afectivos de la ciudadanía con la UE se vieran reforzados.

Una oportunidad de oro era demostrar cómo una Europa unida conseguía firmar con las farmacéuticas por un número extraordinario de dosis que permitieran, no solo inmunizar a los ciudadanos europeos, sino también la exportación hacia países con menos recursos haciendo así visible su compromiso con latitudes menos favorecidas.

Nacionalismo de las vacunas

La estrategia de la compra comenzó en junio y, entonces, la Comisión comprometió 200 millones de dosis de la vacuna BioNTech/Pfizer, con opción a otros 100 millones posteriormente. Esto suponía un gran negocio para la farmacéutica al tiempo que beneficiaba la imagen de la UE en plena campaña de su autonomía estratégica. También se firmaba en agosto con el laboratorio Astra Zeneca.

El proceso de vacunación ha dado lugar a los que se conoce como el nacionalismo de las vacunas. La carrera para hacerse con el mayor número de ellas en el menor tiempo posible y vacunar al mayor porcentaje de población es vista como un parámetro de prestigio de país.

El mundo desregulado, desindustrializado y de economía líquida que la UE ha contribuido a crear ahora se vuelve contra ella en el asunto de las vacunas

La vacunación en la UE va más lenta de lo previsto. Los retrasos en la producción de vacunas, el proceso burocrático por el que han de aprobarse y una no muy buena planificación de muchos países de la UE son los responsables. Y claro, el frenazo en la llegada de vacunas ha sido atribuida a su exportación al Reino Unido. El nerviosismo de la germana Von Der Leyen asomó, primero en la forma de prohibición, posteriormente, planteando que quizá habría que pensar en optar por otros mercados vacunales como el ruso o el chino.

Evitar la rapiña

Las experiencias pasadas de competencia entre Estados miembros convencieron a la gran mayoría que en esta ocasión tenían que ir juntos para evitar la rapiña de las farmacéuticas. En todo caso, cada país es soberano para comprar las vacunas a quién y en las condiciones que quiera. No ha sido este el caso alemán, que se hizo por su cuenta con 30 millones de dosis más de Pfizer, ya saben, “por si acaso”, o Hungría, que hace semanas que trabaja con la rusa Sputnik. La confianza en la eficacia de la gestión estatal vuelve siempre por sus fueros, especialmente, cuando salen a la luz negociaciones desastrosas en la compra de las vacunas.

Una estrategia que comenzó bien, está a punto de descarrilar. Quizá alguien en Bruselas debería dar un golpe en la mesa y decir en voz alta aquello de “¡es el mercado, amigo/a!”. Un mercado del que los Estados no solo se han desentendido durante años, sino que han alentado. Pasen las crisis que pasen, vengan las decepciones de donde vengan, pareciera que la UE, sus gobiernos e instituciones, no se dan cuenta de que el mundo que han dibujado en su cabeza no existe, pero lo más grave de todo es que es el mundo que ellos mismos han contribuido a crear. Un mundo desregulado, desindustrializado, de economía líquida que ahora se vuelve contra ellos. Si Europa quiere conseguir más relevancia global parece que no está siguiendo el camino correcto. Y señoras, señores, la geopolítica de las vacunas no ha hecho más que empezar.

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