Bambalinas del lenguaje

La palabrota mágica

El origen y el uso de una palabrota llevan consigo un poso cultural e histórico que bañan la intención del interlocutor que las emplea

LA HISTORIA DE LAS PALABROTAS

LA HISTORIA DE LAS PALABROTAS

Mónica Vázquez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Si Buda tiene razón y realmente ‘somos lo que pensamos’, y si, tal y como las corrientes de estudio actuales en lingüística parecen indicar, pensamos según hablamos… el idioma que hablamos y las palabras que usamos para expresarnos pueden llegar a influir en cómo pensamos, y por tanto en quiénes somos. En el nuevo documental de Netflix ‘La Historia de las Palabrotas’, Nicolas Cage nos invita a pensar un poco en esto y sugiere que, para muchos académicos en el ámbito de las lenguas, la categoría de palabras que más fácilmente puede ilustrar esa influencia lingüística en el pensamiento es la de las palabrotas.

El origen y el uso de una palabrota llevan consigo un poso cultural e histórico que bañan la intención del interlocutor que las emplea, sea este consciente o no de tal enriquecimiento. Ese fondo de armario de significado puede llegar a cambiar el sentido de las palabras a medio vuelo, del hablante al receptor que intenta desentrañar el contenido del mensaje. Porque la palabrota es personal, es emoción hecha sonido. Y como toda emoción, cambia mi estado mental, teniendo un impacto directo en cómo vivo una situación. Si algo va mal, y grito “¡mierda!”, estudios sugieren que me voy a sentir mejor y más capaz a la hora de lidiar con el origen de mi frustración: maldecir puede ayudarme a superar el bloqueo más rápido y mejorar mis probabilidades de éxito.

Las palabrotas son catalizadoras de las pasiones humanas: nos desbocamos en ellas. Empaquetamos la fuerza vital de una emoción en una palabra que sabemos disruptiva y nos damos a ella completamente. Las palabrotas también son banderas de su tiempo. Representan el presente que las acuña, y pueden crear divisiones o construir puentes entre generaciones. Poco o nada tiene que ver mi realidad con la de mi abuela, mi juventud con la suya, los miedos que me quitan el sueño a mí ahora con los que marcaron su vida en su momento. Hay tantas interpretaciones de la realidad como personas en el planeta Tierra, y algunas son tan distintas que a veces no se entienden, pero todos podemos entender un ‘joder’ bien puesto.