La influencia de la ultraderecha
Lecciones de un mural
La intención de borrar el mural feminista de Madrid suponía que una mayoría política no solo no estaba de acuerdo con su mensaje, sino que era incapaz de tolerarlo
Carles Francino
Periodista
Carles Francino
El fútbol y la política, como casi todo en la vida, pueden entenderse por los pequeños detalles. Por eso creo que resulta interesante detenerse en la historia del mural feminista que Vox ha intentado eliminar en un barrio de Madrid. No creo que ese episodio deba clasificarse en la carpeta de las escamaruzas habituales entre partidos. El mural en cuestión, con imágenes de Rosa Parks, Rigoberta Menchú o Frida Kalho, entre otras, se instaló hace tres años con el apoyo vecinal y los votos a favor de todos los partidos. Todos, incluidos algunos de los que ahora se apuntaban al desguace.
¿Qué ha cambiado en estos tres años? Pues que Vox ha entrado en las instituciones y PP y Ciudadanos le han otorgado a esos votos ultras la categoría de acción de oro para gobernar. Por eso me parece tan perversa la justificación que daba el alcalde de Madrid: “tan democrático fue instalarlo entonces como eliminarlo ahora”, vino a decir Martínez Almeida, obviando que instalar el mural fue una decisión de consenso político y vecinal que tenía un objetivo: denunciar la violencia de género. No fue un acuerdo de los que estaban a favor de lo que significa ese mural contra sus opositores. No iba contra nadie porque no hubo oposición. Pero querer borrarlo era otra cosa; suponía que una mayoría política no solo no estaba de acuerdo con ese mensaje de apoyo a las mujeres, sino que era incapaz de tolerarlo. Claro, Vox no cree que exista la violencia de género; lo ha dejado claro por activa y por pasiva. Pero, ¿y el PP? ¿Nos tenemos que tomar en serio la explicación de que era más conveniente la imagen de atletas paralímpicos porque el mural está en un polideportivo? Finalmente, el mural ha sobrevivido porque Ciudadanos se atrevió a rectificar y cambió su voto, aunque Begoña Villacís tuviera que contorsionarse para decir que “el sectarismo no se combate con sectarismo”.
Total, que yo me alegro por la derrota de los borradores, pero admitamos que tampoco es una victoria por goleada porque los bárbaros siguen ahí, llamando a la puerta. Y lo van a seguir intentando.
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