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La vacuna, un negocio que cuesta vidas y despierta demonios

Vacuna contra el covid-19

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Ramón Lobo

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No aprendimos tanto en la lucha contra el covid en 2020. El virus sigue entre nosotros con gran virulencia reforzado por nuevas variantes. Seguimos absortos en las palabras: ¿segunda o tercera ola?, cuando el drama está -además de en las vidas que se están perdiendo y en las que se van a perder- en la perturbación social que alimenta a unas extremas derechas que se presentan mezcladas en una miríada de organizaciones fanáticas nacidas y multiplicadas en internet. Qanon es solo un ejemplo. Están en riesgo nuestra salud y la democracia.

Los problemas de suministro de vacunas, que ha provocado una guerra política entre la UE y el Reino Unido, ponen en riesgo el calendario de vacunación y alejan el espejismo de la llamada inmunidad de grupo. Es como si de repente se hubiera apagado la luz al final del túnel, y con ella la esperanza de algún tipo de normalización en otoño.

Las UCI de los hospitales de Europa vuelven a estar bajo una fuerte presión. Se multiplican las señales de alarma ante gobiernos timoratos que piensan más en el largo plazo, en la economía, que en el corto, en el que están en juego miles de vidas. El Reino Unido ha sobrepasado los 100.000 muertos, y algunos de los países que lo habían hecho mejor, como Portugal, están en serias dificultades. Estamos casi peor que en la primera ola.

La advertencia holandesa

Lo ocurrido esta semana en la casi siempre pacífica Holanda es una advertencia. Existe un cansancio físico y mental en una población que ha perdido el miedo al miedo. Crece el hartazgo ante las restricciones y los confinamientos. Las extremas derechas azuzan este descontento contra las autoridades, a las que culpan de incompetencia y autoritarismo.

Hace apenas tres meses todo indicaba que serían los perdedores de una crisis que les había expulsado del escenario, pero han renacido aún más a la derecha impulsados por la locura final trumpista. Ya no es fascismo 2.0; ahora es un fanatismo medieval con armas digitales. El asalto del Congreso de EEUU, el 6 de enero, no fue un accidente aislado, es la consecuencia de la pérdida progresiva de la verdad como motor de la política. La democracia estadounidense se salvó de milagro, pero el mal está dentro, como un caballo de Troya, y está, en menor medida, en nuestras democracias europeas.

Tras el dolor extremo causado por la llamada gripe española en 1918 llegaron los "alegres años veinte". Y tras ellos, los nazis, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto con el asesinato de seis millones de judíos. ¿Qué hemos aprendido de la industrialización del crimen a gran escala? ¿Se podría repetir con gitanos, negros, migrantes o izquierdistas?

Bandera cualquier cosa

Las nuevas extremas derechas harán bandera de cualquier cosa, de los confinamientos y de lo contrario, de las muertes y de la pérdida masiva de empleos. El miedo a un futuro sombrío es una gota malaya tóxica que cala en una población exhausta que asiste ahora al espectáculo de la escasez de vacunas. Son carne de cañón, un cultivo perfecto para las ideologías del odio. Hay conflictos larvados suficientes para servir de chispa. ¿Creen que EEUU cederá a China el cetro mundial de las superpotencias sin pelea?

¿Cuándo hemos olvidado que el libre mercado se basa en la escasez de la oferta frente a la demanda? Si esta es creciente, como sucede ahora, el precio crece, y se disparan las ganancias de los afortunados tenedores de la oferta. Hablamos de las empresas farmacéuticas. No son altruistas que trabajan por la salud planetaria, sino compañías privadas que cotizan en Bolsa y actúan en comandita para defender las patentes perennes que bloquean el acceso a genéricos, práctica denunciada por una alianza de organizaciones y oenegés llamada COVAX. El negocio de las farmacéuticas genera más beneficios que el bancario.

Les recomiendo El jardinero fiel de John Le Carré. Es posible que les dé tiempo a leer la novela antes de que les toque el turno de vacunación. Las medicinas no pueden ser un lujo; las vacunas, menos aún. La OMS afirma que sería un fracaso moral catastrófico si las vacunas, hoy escasas en los países ricos, no llegaran a tiempo a los más pobres. Oxfam calcula que nueve de cada diez habitantes de los 70 países más pobres no recibirán ninguna dosis en 2021.

De este previsible fiasco se nutrirán las extremas derechas fanatizadas en las redes sociales. Se harán más fuertes y globales. Es posible que la historia no se repita, pero debemos admitir que la necedad es una constante. Somos una especie presuntamente inteligente que se comporta de una manera cada vez más estúpida.

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