El 'karma instantáneo'
Formas de sentirse bien
La satisfacción ante la infelicidad de los demás (porque lo merecen) practicado a lo grande podría tener efectos críticos
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
Estos meses todos hemos vivido la ansiedad en algún grado, y probablemente conocemos a alguien que la padezca con fuerza: la pandemia —pronto un año— nos ha dejado un lastre depresivo que va creciendo y es difícil de superar sin perspectivas de futuro esperanzadoras. Los expertos avisan que, cuando llegue, la cuarta ola del virus afectará aún más a la salud mental de los ciudadanos, y en especial del sector sanitario. Como reacción profiláctica, al mismo tiempo surgen formas de sentirse bien para revertir la tendencia.
Un ejemplo es la idea del 'instant karma', que sale de una canción de John Lennon y en el fondo no es más que una versión de un refrán del tipo "donde las dan, las toman”. El 'karma instantáneo' se aleja de la trascendencia hindú y toma un sentido de revancha justa, obtenida al momento, y así corren por las redes sociales vídeos de ladrones que se dan contra una farola cuando huyen de la policía, o animales que atacan al amo que los maltrata. Aplicado a la pandemia, las víctimas del 'karma instantáneo' suelen ser aquellos que desprecian la existencia del virus y al final caen infectados, como ocurrió con Donald Trump o el presidente brasileño Bolsonaro. En estos casos, el karma solo es completo si se entiende como una lección para sus seguidores, con la desdicha del líder entendida como fábula moral.
La cuestión de fondo es cómo conseguimos el consuelo en estos tiempos difíciles. El estado de crisis sanitaria, social y económica nos ha extremado el comportamiento. Somos más empáticos porque compartimos globalmente una situación límite y entendemos que solo la superaremos en conjunto, pero a la vez se extreman las posturas individuales y egoístas: lo vemos en la picaresca del reparto de vacunas, por ejemplo. El atractivo del 'karma instantáneo' —la satisfacción ante la infelicidad de los demás (porque lo merecen)— tal vez solo es un analgésico momentáneo, pero practicado a lo grande podría tener efectos críticos. Pienso en las elecciones, por ejemplo, y en la abstención como castigo para una clase política (y judicial) que marea al ciudadano con reglas y decisiones contradictorias, como esa que afirma que las librerías no son esenciales.
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