Elecciones catalanas

Cosas a las que aspiramos en estas elecciones

Debemos ser modestos en nuestras expectativas a partir del 14 de febrero, pero es razonable que esperemos al menos algunas cosas de los que serán nuestros representantes

Candidatos a las elecciones autonómicas de Catalunya

Candidatos a las elecciones autonómicas de Catalunya

Carles Campuzano

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Empezamos una nueva campaña electoral en un clima social denso y cargado. El malestar, la irritación y la preocupación de la sociedad planean en el ambiente. Se trata, obviamente del covid y sus impactos sanitarios, económicos y sociales, pero también de algo más. Catalunya continúa empantanada aún en las graves consecuencias de la crisis del otoño de 2017, haciendo prácticamente imposible el buen gobierno. El riesgo de tener emprendido el camino de la decadencia se palpa y un cierto pesimismo colectivo lo contamina todo. El desbarajuste de estas últimas semanas, con la convocatoria electoral forzada por el TSJC, nos ha recordado que aún lo podemos empeorar. Y a corto plazo no podemos esperar muchos cambios espectaculares. Sea cual sea el resultado de las elecciones, la gobernabilidad del país seguirá siendo difícil; el covid y sus impactos aún durarán y la fragmentación parlamentaria, la polarización y las consecuencias de la judicialización del conflicto político, con presos y causas judiciales en marcha, se mantendrán. La verdad es que tenemos que ser modestos en nuestras expectativas a partir del 14 de febrero. Ahora bien, en este escenario ciertamente escéptico es razonable que aspiremos al menos a algunas cosas de los que serán nuestros representantes.

En primer lugar, es necesario que todos trabajen para prestigiar y fortalecer las instituciones del país. Catalunya es una nación sin estado y con un Estado que demasiadas veces le ha ido a la contra. Tenemos un nivel de autogobierno insuficiente, un sistema de financiación escaso y un reconocimiento nacional incompleto. Pero las instituciones del autogobierno han sido expresión de nuestra voluntad de ser y de perseverar como comunidad nacional, instrumento al servicio de progreso colectivos patrimonio de todos los catalanes, con independencia de su origen e ideologías. Algunos han afirmado, con un desprecio inaceptable que a menudo esconde mucha incompetencia, que el autogobierno alcanzado desde 1977 era un problema. Y es todo lo contrario, sin el autogobierno alcanzado y desarrollado a lo largo de las últimas décadas, el país no hubiera vivido el periodo más intenso y largo de recuperación nacional que hemos disfrutado desde 1714. Con dificultades y obstáculos, con límites competenciales y financieros , claro, que sí, pero cuando ha habido una cierta idea sobre Catalunya y talento e inteligencia para avanzar, hemos constatado que la recuperación del autogobierno ha sido una historia de éxito

En segundo lugar, es necesario que todos trabajen para fortalecer la unidad civil de los catalanes, que sigue siendo el gran patrimonio a preservar que nos legó la generación de Josep Benet, del que hemos celebrado en 2020 el centenario de su nacimiento. Un país con una fuerte complejidad en las identificaciones nacionales de sus ciudadanos, amenazado por el estancamiento del ascensor social ascendente y el aumento de la pobreza y con un notable incremento de su población como resultado de los últimos movimientos migratorios ha de evitar, a toda costa, la fractura del país entre dos comunidades nacionales. Una Catalunya fracturada por el origen o la lengua de sus ciudadanos sería un país débil para afrontar los desafíos del siglo XXI, antipático y desagradable para vivir y cerrado al resto de Europa y el mundo.

En tercer lugar, es necesario que todos trabajen activamente para la solución del conflicto político por la vía del diálogo, con la determinación de acordar, sin voluntad de imponer ninguna solución ni impedir ninguna propuesta. Hoy hemos constatado más que nunca que nadie tiene la fuerza para imponer su posición y que dejar pasar el tiempo no es ninguna solución mientras los problemas de fondo que explican la fuerza del soberanismo continúan sin una respuesta positiva. La libertad de los presos y la mesa de diálogo son imprescindibles para avanzar de manera terca en la solución del conflicto. No hay alternativa.

Y en cuarto lugar, en tiempos de pandemia y crisis, con enormes retos económicos a escala global, en un cambio de época a nivel mundial, esperamos de nuestros representados que prioricen la recuperación económica y social, con voluntad de acordar las reformas y cambios que el país necesita para garantizar el bienestar y la prosperidad de las generaciones presentes y futuras.

No es poco, pero se trata de los mínimos que nos toca exigir en este tiempo y en este país. 

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