Pros y contras
Vacunas y privilegios
La democracia no depende de liderazgos absolutos que merecen una hiperprotección, como si fueran enviados singulares de los dioses
Josep Maria Fonalleras
Escritor
Josep Maria Fonalleras
A raíz de la polémica vacunación del general Villarroya (y de algunos otros cargos, políticos y militares) ha surgido un debate que me parece interesante para captar una determinada concepción del poder y de qué manera se ejerce en una sociedad contemporánea. Podríamos hablar del 'síndrome del sioux', si se me permite una comparación que, a estas alturas, podría ser tachada de políticamente incorrecta.
En las películas del Oeste, cuando los indios atacaban la hilera de caravanas, nos contaban que toda la crudeza de la batalla acababa si uno de los colonos era capaz de matar al jefe de la tribu. Si el líder desaparecía, los indios, sin referente, huían. Es lo que transmite José Luis Martínez Almeida, alcalde de Madrid y portavoz del PP, cuando afirma que "es muy lógico y muy razonable que los que dirigen la nación se vacunen". Porque han de tomar decisiones, porque tienen una alta responsabilidad, porque, sin ellos, en estos momentos críticos, llegaría el caos. Y no es cierto. La democracia no depende de liderazgos absolutos que merecen una hiperprotección, como si fueran enviados singulares de los dioses. La democracia es estructura y es ley, no un culto a los salvadores.
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