Estrategias diplomáticas

EEUU y España: de imagen también se vive

España puede mejorar su reputación en el exterior con las mismas armas que los expertos consideran que EEUU debe poner en marcha para volver a apuntalar la suya

Joe Biden jura como presidente de EEUU

Joe Biden jura como presidente de EEUU / KEVIN LAMARQUE

Cristina Manzano

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Uno de los muchos frentes abiertos de Joe Biden es el de recuperar la reputación de su país en el exterior. Según una encuesta del Pew Research Center, la imagen de Estados Unidos está en su punto más bajo desde hace casi dos décadas debido, en gran medida, a la pésima gestión de la crisis del coronavirus por la Administración Trump. A ello se suma la puntilla del asalto al Capitolio por una turba de fanáticos, un regalo para enemigos.

“No solo predicaremos con el ejemplo de nuestro poder, sino con el poder de nuestro ejemplo. Seremos un socio fuerte y fiable para la paz, el progreso y la seguridad”, afirmaba el nuevo presidente en su toma de posesión. La ejemplaridad y la confianza como bases del liderazgo. Pero, más allá de las palabras, ¿cómo se puede recuperar la credibilidad perdida?

En un reciente artículo en Foreign Affairs, Samantha Power, una de las más prestigiosas figuras de la política exterior estadounidense de Obama, repasaba tres campos que permitirían cosechar resultados tangibles en un breve espacio de tiempo.

El primero, la distribución global de la vacuna. Con su capacidad científica y de producción, Estados Unidos debería ser una referencia, aunque hasta ahora, gracias a Trump, se ha mantenido al margen. Un primer paso sería unirse a COVAX, la iniciativa que pretende una distribución equitativa de las vacunas en todo el mundo. Pero además, argumenta Power, debería facilitar el acceso y el reparto en aquellos países de ingresos bajos y medios a los que COVAX no llegue. Sería también un modo de contrarrestar la diplomacia médica lanzada por Pekín.

Universidades

El segundo, reabrir las universidades al talento extranjero. Estados Unidos ha sido siempre la meca para estudiantes de todo el mundo, un proceso que se vio frenado por las políticas anti-inmigración de Trump. Para ello sería necesario revisar los requisitos para los visados de estudiantes y facilitar su incorporación al mundo laboral tras su graduación.  

El tercero, la lucha contra la corrupción. Como nudo principal del sistema financiero global, Estados Unidos tiene una posición privilegiada para impulsar políticas que obstaculicen el lavado de dinero y la evasión fiscal, y estrangulen a los paraísos fiscales. Protestas contra la corrupción endémica han proliferado a lo largo del planeta en los últimos años. Ayudar a combatirla devolvería a la Administración estadounidense parte del prestigio perdido, además de reforzar la relación con quienes comparten los mismos valores.

¿Podría España, siempre preocupada por su imagen exterior, sacar partido de estas recomendaciones?

Salvando todas las distancias, podría.

Trasplantes de órganos

Es evidente que España no tiene la capacidad de producción ni distribución global de vacunas que tiene Estados Unidos. Pero tiene una experiencia pionera y única en el mundo: la de la gestión de los trasplantes de órganos. Una diplomacia médica renovada basada en dicha experiencia abriría nuevas vías de cooperación y de confianza.

Es evidente asimismo que el prestigio de las universidades españolas no es equiparable al de las estadounidenses. Sin embargo, en este lado del Atlántico, España es el país que más estudiantes Erasmus recibe, junto a un buen número de extracomunitarios: entre ambos grupos unos 70.000 al año, pandemia aparte. Un capital que se diluye por las trabas administrativas a la retención del talento, por un lado, y a las matriculaciones de extranjeros, por otro, a lo que se suma una nueva prueba de acceso para estudiantes no comunitarios por la ‘ley Celaá’. Con todo, sería oportuno incorporar la internacionalización de la educación superior como elemento de imagen y prestigio de país.

Justicia

La corrupción, por último, se presenta como uno de nuestros males endémicos. No es que sea un fenómeno nuevo, pero en los últimos años su extensión y profundidad parecen alcanzar todas las esferas de la realidad. Sin embargo, como recordaba hace poco Omar Encarnación también en Foreign Affairs, la justicia española ha sentado en el banquillo –con más demora de la que sería deseable, eso sí– y condenado, a exministros, expresidentes de comunidades autónomas, alcaldes, concejales y hasta al mismísimo yerno del Rey. Otro campo que, bien manejado, podría contribuir a mejorar la forma en que somos reconocidos y percibidos en el exterior.

Suscríbete para seguir leyendo