El covid y la corrupción
La nación frente al espejo
Hay que atender a criterios éticos y no médicos a la hora de administrar la segunda dosis a quienes se han saltado la cola de las vacunas
Marina Subirats
Socióloga
Socióloga
Marina Subirats
La pandemia no solo ha puesto en jaque nuestra salud física. Su crueldad, su duración, su tratamiento a base de confinamientos, está tensando todos los resortes de la sociedad, desde los más personales –la capacidad individual de hacer frente al miedo, a la soledad, a la dificultad de los encuentros– hasta los más colectivos, como la capacidad de aguante y funcionamiento del sistema sanitario, del sistema educativo, de la economía, de las instancias políticas. Un chequeo a fondo, una auditoria, por así decir, que pone al descubierto las fallas de un conjunto de instituciones que, en etapas normales, nos parecían relativamente correctas. Es, quizá, lo único bueno que podremos obtener de esta pesadilla: nos ha puesto frente al espejo como individuos y como sociedad; y estamos descubriendo nuestras arrugas, nuestras calvicies, nuestras gorduras y delgadeces. A veces, incluso, nuestros harapos, donde estimábamos vestir elegantes trajes. Todo aquello que quedaba oculto cuando frente al espejo componíamos nuestra mejor cara. Es en las situaciones límite cuando se descubre el temple de las personas y el de las naciones.
Acabamos de descubrir un socavón escalofriante: algunos de nuestros políticos y militares, instalados en puestos de gran responsabilidad, no han dudado en saltarse todos los principios éticos y constitucionales para ser vacunados los primeros, despreciando los turnos establecidos y tratando de justificarlo con argumentos tan endebles que no merecen ni comentario. ¿Y qué hacer ahora, cuando van a necesitar una segunda dosis para que la primera sea efectiva? Si prevalece el criterio médico, hay que revacunarlos en el periodo previsto para la segunda vacuna. Si prevalece el criterio ético, hay que dejarlos sin vacuna. Dilema interesante, ¿qué es más importante, la salud individual o la ética social?
Salud moral
Pues bien, a mi juicio, lo que hay que hacer es devolverlos al lugar en que debían de haber estado y poner la secunda vacuna cuando les hubiera tocado. Me diréis: pero ya no será válida y habremos tirado demasiadas dosis. Probable. Pero hay algo a tener en cuenta: la salud moral de la nación. Estamos pagando un precio demasiado alto en dolor, en vidas, en empobrecimiento, para permitirnos dudas y desconfianza. Una pandemia solo puede ser vencida si toda la sociedad actúa unida, si le hacemos frente sin fisuras, confiando en que las instituciones actúan teniendo como objetivo primero y principal acabar con el virus. Difícil, lo sé, porque este proceso ha estado repleto de contradicciones, de avances y retrocesos, acusaciones y debates. No podía ser de otro modo, puesto que nos estábamos enfrentando a algo desconocido, para lo que nadie tenía soluciones seguras. Más motivo aun para actuar disciplinadamente, exigiendo a la vez rigor y transparencia máxima.
Pero actuar todos a una no es posible cuando personas a las que se ha confiado la gestión de lo colectivo y debieran ser modélicas aprovechan su situación para obtener privilegios, especialmente cuando de estos privilegios puede depender la vida. Si un consejero, un alcalde, un alto cargo militar, un obispo, “se cuelan” para minimizar el peligro de contagio, lo que están haciendo es destruir la salud ética y cívica de la nación y la confianza de la ciudadanía en las instituciones y los gobernantes. La picaresca no puede tener un premio: si se les pone una segunda vacuna en el plazo adecuado en función de su primera vacunación, habrá quedado claro, una vez más, que quien hace trampas, gana. Con pequeños castigos, tal vez; dejar el cargo es poco importante comparado con adquirir la inmunidad. Como los corruptos que pasan un tiempo en la cárcel, pero recuperan lo robado a su salida. Y esto, no es tolerable en nadie, menos aún en personas a quienes se ha delegado el manejo de recursos públicos.
La picaresca no sale a cuenta
Sin segunda dosis, no. La vacuna es para todos, pero cuando les hubiera tocado. ¿Les hará menos efecto? Tal vez, ellos verán. Tal vez aprenderán lo que significa la igualdad y la democracia, que falta nos hace. Pero, en cualquier caso, habrá quedado claro que la picaresca no sale a cuenta. Y, con ello, habremos vacunado a la sociedad de las tentaciones de quienes se creen por encima de las normas, y habremos reforzado la confianza en una actuación justa de las instituciones y en la necesidad de apoyarlas masivamente para salir de una situación en la que, individual y colectivamente, nos jugamos la vida. Habremos conseguido crecer frente al espejo y que nuestra imagen sea algo menos turbia de lo que está siendo.
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