Contexto

Italia: olor a naftalina

El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, durante su discurso en el Senado, este martes.

El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, durante su discurso en el Senado, este martes.

Rosa Massagué

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Moro V, Craxi II, Fanfani VI, Andreotti VII. Así se numeraban los repetidos gobiernos en tiempos de la primera república italiana que acabó arrastrada por el vendaval de Mani Pulite. Ahora, en aquella zona indefinida entre una segunda y una tercera república llega un aroma de aquella primera que estuvo dominada por un partido de centroderecha como fue la Democracia Cristiana (DC).

Giuseppe Conte, el primer ministro dimitido, se dispone a articular un Conte III, o Ter, en la más moderna jerga periodística italiana. Para ello necesita encontrar una mayoría que de momento está en el alero porque los números con las fuerzas presentes en el gobierno ahora caído (Partido Demócrata, Movimiento 5E y Libres e Iguales) no salen después de que Matteo Renzi retirara el apoyo de la suya, Italia Viva.

Conte quiere que esta ‘cuarta pata’, como ha sido bautizada, esté formada por políticos a los que ha puesto la etiqueta de ‘responsables’ y ‘constructores’, aunque estos vocablos cargados de positividad se traducen por el menos favorecedor de ‘tránsfugas’. Y es ahí donde al aroma antiguo se suma el olor de la naftalina.

Uno de los primeros en hablar hace casi un año, antes de la pandemia, de la conveniencia de crear un espacio central con servidores ‘responsables’ fue un auténtico ‘trilero’ de la política como Clemente Mastella, cuyos orígenes públicos se sitúan en el lejano 1976 cuando fue elegido diputado bajo las siglas de la DC. Fue jefe de prensa de aquella formación durante el liderazgo de Ciriaco de Mita. También ha sido senador, eurodiputado, fundador de varios partidos, ministro en un gobierno de Silvio Berlusconi y en otro de Romano Prodi, procesado, indultado y también, naturalmente, alcalde de su pueblo, Ceppaloni (3.273 habitantes).   

Que este personaje sea un defensor de la creación del espacio que busca Conte le ha acarreado al primer ministro dimitido duras críticas tanto de Renzi como de Matteo Salvini, pero son estocadas que no llegan al hueso porque, como señala el historiador Steven Forti en la revista ‘política&prosa’, son muchos los que han visto en Conte el "catalizador de una fuerza centrista que podría unificar el mundo católico disperso", un mundo descolocado tras el fin de la era Berlusconi y del giro ultra de Salvini.

Ahora mismo, esta fuerza es una simple cuestión de aritmética parlamentaria que Conte debe encontrar contrarreloj. De lo contrario, Italia puede verse abocada a unas elecciones que podrían dejar varios cadáveres políticos por el camino empezando por el suyo. A los partidos de la mayoría, las urnas pueden resultar fatales porque todos ellos soportan fuertes tensiones internas que podrían estallar muy fácilmente. A la formación de Renzi, la fatalidad sería la desaparición. Por el contrario, convienen a la ultraderecha de Salvini (Liga) y de Georgia Meloni (Hermanos de Italia).

Una de las muchas paradojas de esta crisis política provocada incomprensiblemente en medio de la sanitaria del covid-19 es que Conte, sin la maquinaria de un partido detrás, disfruta de un enorme apoyo popular del que no goza ningún otro político italiano.