Relectura de los clásicos animados

No pienses, Disney+ te guía

No se puede ni se debe negar al espectador el acceso a una película y la opción de cuestionársela

Fotograma de 'Los aristogatos'

Fotograma de 'Los aristogatos'

Desirée de Fez

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¿Tenemos aún, como adultos, la opción de educar en el cine? ¿Y tienen los niños la posibilidad de descubrir por sí mismos las películas, generadoras fundamentales de imaginación? La plataforma de ‘streaming’ Disney+ ha bloqueado de sus perfiles infantiles tres clásicos de la animación: ‘Dumbo’ (1941), ‘Peter Pan’ (1953) y ‘Los aristogatos’ (1970) por incluir contenido racista. No las ha censurado. No las ha mutilado o manipulado para desactivar esos arquetipos y representaciones racistas. Tampoco las ha eliminado de su catálogo. Las tres películas siguen en la plataforma pero no se puede acceder a ellas desde perfiles infantiles: los usuarios de menos de siete años no pueden verlas. O, mejor dicho, pueden verlas si sus padres o tutores las disparan desde un perfil adulto… después de leer el siguiente ‘disclaimer’: “Este contenido incluye representaciones negativas o tratamiento inapropiado de personas o culturas. Estos estereotipos eran incorrectos entonces y lo son ahora. En lugar de eliminar este contenido, queremos reconocer su impacto nocivo, aprender y fomentar que se hable sobre él para crear entre todos un futuro más inclusivo. Disney se compromete a crear historias con temas inspiradores y motivadores que reflejen la gran diversidad de la experiencia humana en todo el mundo”.

No es la primera decisión en esta línea que toman tanto esta plataforma como otras. Centrándonos en el caso Disney+, en noviembre de 2019 la plataforma (que aún no había llegado a España) colocaba en algunas de sus películas, entre ellas ‘La dama y el vagabundo’ (1955) y las citadas ‘Dumbo’ y ‘Los aristogatos’, un rótulo con una versión más sintética de esa misma advertencia: “Este programa se presenta como se creó originalmente. Puede incluir descripciones culturales obsoletas”. Y, evidentemente, saltaba la liebre. Como ha vuelto a saltar con la noticia de la exclusión de esos tres filmes de los perfiles infantiles de la plataforma.

Una piel muy fina

La respuesta, básicamente en redes sociales, a la noticia es más o menos la misma que entonces. Hay quien ve en esa decisión una forma de censura. Hay quien detecta un gesto más de corrección política en un momento que bascula a arreones entre un mayor (y, por supuesto, fundamental) compromiso social y una piel muy fina. Hay quien aprovecha la ocasión para volver a cebarse con Disney, un blanco tan fácil como indestructible, culpándolos de expiar así las malas decisiones del pasado. Y, en el extremo contrario, también hay gente que aplaude estas decisiones como una alternativa razonable a algo tan catastrófico como negar, cancelar y esconder películas del pasado por no soportar una lectura desde el presente. ¿Pueden hacerse estas lecturas? Claro. ¿Deben hacerse? Por supuesto. ¿Se le puede negar al espectador el acceso a una película y la opción de cuestionársela? No. Ni se puede ni se debe.

Ninguna de esas reacciones es disparatada. La mayoría son muy razonables, de hecho. Pero, a día de hoy, quizá lo que hay que plantearse ante este tipo de decisiones (que podrían mutar hasta el delirio) es en qué lugar nos deja todo esto como espectadores y como educadores. Es probable que no haya nada malo en esos letreros, que todo sume. Pero, del mismo modo que impiden a las películas valerse por sí mismas, existir sin una etiqueta que las reubique y/o las redima de los pecados de ayer (que son los de hoy), esos rótulos denotan un poco de desconfianza en nuestra capacidad para ver y explicar el cine del pasado como padres, como docentes, como críticos o como lo que sea. A fin de cuentas, esos letreros los lee, los entiende y los piensa el adulto, van dirigidos a él. Igual hemos asumido cierta pasividad ante la interfaz de una plataforma, igual nos hemos dejado abrazar y vapulear un poco por los algoritmos, ¿pero tanto como para necesitar esos apuntes para poner una película en contexto o presentársela a alguien que empieza a descubrir el cine? Del mismo modo, sería preocupante que la advertencia se volviera algo sistemático ante cualquier cosa (no solo ante cuestiones importantes como el racismo) y negara al espectador más joven la posibilidad de detectar en una película algo que le desestabilice, le impresione y le haga cuestionarse las cosas por sí mismo.

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