Cúpulas militares y políticas

Tráfico institucional de vacunas

Mientras mueren a diario centenares de civiles, una élite se dedica a traficar con la vacuna

El jefe del Estado Mayor (JEMAD) se vacuna de coronavirus

El jefe del Estado Mayor (JEMAD) se vacuna de coronavirus / EFE / MONCLOA

Ernest Folch

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ha bastado un mes escaso de vacunación para que hayamos descubierto que algún alcalde y allegados (en Catalunya), más de un consejero (Murcia y Ceuta), algunos altos cargos (Valencia), un centenar de altos funcionarios (Andalucía) y toda la cúpula militar han decidido alegremente autovacunarse. De todos, el caso más sangrante ha sido el del Jemad, el general Miguel Ángel Vilarroya, que al principio de la pandemia, corría a salir a las ruedas de prensa repleto de medallas para advertirnos en lenguaje machocastrense, que "en tiempos de guerra, todos los días son lunes”, convencido de que al virus se le derrotaba con testosterona. Pues resulta que en una de estas épicas batallas, el general ha sido alcanzado por un misil, concretamente el misil de su propia codicia y desvergüenza que le ha llevado, solo por ser quien es, a vacunarse antes que los ancianos o enfermos crónicos que lo necesitan imperiosamente.

Pillado con las manos en la masa, el bravo militar ha alegado que obedecía “el protocolo” y en lugar de cerrar el caso con su estéril dimisión ha dejado en el aire algunas preguntas inquietantes: ¿de qué protocolo habla y por qué nadie lo ha hecho público hasta la fecha? ¿Quién y por qué le facilitó las vacunas? ¿Por qué no ha dimitido el resto de la cúpula militar? El Rey, como jefe del ejército, ¿también la ha recibido? ¿Por qué no hay un registro transparente de todos los colectivos que se vacunan? Lo que pone en evidencia el humillante caso del Jemad es que, efectivamente, tal como nos temíamos, una élite desvergonzada ha traficado impunemente en España con la vacuna solo para beneficio propio y desde las instituciones, algo que a parte de ser execrable desde el punto de vista ético debería ser directamente un delito. Y por mucho que el PP diga ahora, para tapar las vergüenzas de estas élites, que son partidarios de vacunar a los altos mandos del país, lo único cierto es que mientras mueren centenares de civiles inocentes cada día, algunas cúpulas militares y políticas, aprovechándose de un vacío legal, han corrido a salvar sus propias vidas.