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¿Barahúnda catalana?

La Generalitat alega el agravamiento de la pandemia para retrasar las elecciones hasta el 30 de mayo, pero el TSJC valida el 14-F

El vicepresidente en funciones de presidente de la Generalitat y candidato de ERC a la Presidencia de la Generalitat de Catalunya  Pere Aragones protagoniza un Encuentro Digital de Europa Press  en Barcelona  Catalunya (Espana)  a 18 de enero de 2021   Pere Aragones firmo el pasado viernes un decreto por el que el Govern pospone las elecciones catalanas del 14 de febrero y las convoca para el 30 de mayo   18 ENERO 2021 ESQUERRA REPULICANA PER CATALUNYA ELECCIONES  David Zorrakino   Europa Press  18 01 2021

El vicepresidente en funciones de presidente de la Generalitat y candidato de ERC a la Presidencia de la Generalitat de Catalunya Pere Aragones protagoniza un Encuentro Digital de Europa Press en Barcelona Catalunya (Espana) a 18 de enero de 2021 Pere Aragones firmo el pasado viernes un decreto por el que el Govern pospone las elecciones catalanas del 14 de febrero y las convoca para el 30 de mayo 18 ENERO 2021 ESQUERRA REPULICANA PER CATALUNYA ELECCIONES David Zorrakino Europa Press 18 01 2021 / David Zorrakino / Europa Press

Joan Tapia

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Catalunya va a unas elecciones muy extrañas. La campaña será fría, sin mítines. Habrá, eso si, crispados debates en TV. Más preocupante: serán unas elecciones con absoluta falta de consenso. Ni para la fecha electoral.

Las convocó la Generalitat el 22 de diciembre por obligación estatutaria ya que durante dos meses no había habido candidato a presidente para sustituir al inhabilitado Torra. Pero el 15 de enero un decreto firmado por el vicepresidente en funciones de presidente, Pere Aragonès, “dejó sin efecto” la convocatoria y emplazó a otra para el 30 de mayo si la pandemia lo permitía. De entrada, cuatro meses después. 

El estado de alarma (hasta el 9 de mayo) era el mismo. Causa: el empeoramiento de la pandemia tras la Navidad y una mala previsión para febrero. ¿Podía hacerlo Aragonès? A diferencia de Euskadi y Galicia las elecciones no fueron decididas por un presidente sino obligadas, precisamente por la ausencia de presidente. Y no había confinamiento domiciliario

Algunas encuestas indican que el PSC será la primera fuerza y que su nuevo candidato, Salvador Illa, es el presidente preferido

Y sin acuerdo general, como en Galicia o Euskadi, ya que no contó con el aval del PSC que solo aceptaba un aplazamiento, sin nueva convocatoria y posibles nuevas listas, hasta finales de marzo. Ha habido recursos ante el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) que han sido admitidos. Además, entre la convocatoria (22 de diciembre) y la desconvocatoria (15 de enero), el sábado 9 EL PERIÓDICO DE CATALUNYA publicó una encuesta que colocaba al PSC, por primera vez, como el partido más votado y a su nuevo candidato, Salvador Illa, como el presidente preferido.

¿La desconvocatoria se debió a una razonable preocupación ante el agravamiento de la pandemia o a un cambio de las expectativas electorales, tampoco seguro ya que el porcentaje de indecisos era alto? O a una mezcla de las dos cosas. Cierto, la tercera ola es más fuerte, pero tampoco es normal que el Govern decida algo tan fuerte como suspender unas elecciones mientras su 'conseller' de empresas quiera anular el confinamiento municipal con permisos de un día para esquiar.

La confusión es total. No hay consenso ni sobre la fecha electoral y la campaña que se inicia el viernes puede ser interrumpida

Lo más estrambótico es que la falta de consenso abrió la puerta a los recursos al TSJC, que ha decidido de forma “cautelar” (no definitiva) que las elecciones sean el 14 de febrero, pero avisando que, por motivos procedimentales, la decisión final no se conocerá hasta el 8 de febrero. O sea, cuando los partidos estén en plena campaña, se esté votando por correo (que subirá mucho) y a pocos días de la votación. Cabe pues un inicio de campaña que luego quede suspendida por decisión del TSJC o porque de las restricciones se pase a un nuevo confinamiento. El viernes 29 a las cero horas empezará una campaña con riesgo de interrupción.

El TSJC lo razona jurídicamente. Votar el 14-F es, en principio lo razonable ya que es un derecho fundamental, no hay confinamiento y la provisionalidad de la Generalitat no debe prolongarse cuatro meses más. Pero no decidirá hasta el 8 de febrero y todo puede cambiar si hay confinamiento domiciliario. Vale TSJC, pero para el ciudadano el panorama es kafkiano. 

Y sobre Catalunya llueve -o diluvia- incerteza y confusión desde hace ya muchos años. Desde la sentencia del Constitucional de 2010 que “cepilló” un Estatut aprobado en referéndum y por las Cortes españolas. Desde la posterior deriva 'brextiana' de Artur Mas en las elecciones anticipadas de 2012. Desde la independencia unilateral (por unas horas) de 2017 y el subsecuente 155. Desde el juicio del Supremo con duras penas de condena. Y los tres últimos presidentes han acabado mal. Mas, que ganó en 2014 (en el cuarto lugar de la lista) fue apeado por los anticapitalistas. Puigdemont en Waterloo. Torra, inhabilitado por la pancarta. Y JxCat y ERC se han peleado en el Govern toda la legislatura. Estamos aterrizando en una barahúnda. Según la Academia Española “una confusión grande, con estrépito y notable desorden”. Esta vez con toque de queda.

Algo no funciona. ¿Solo algo? Es anormal que Catalunya, que aspira siempre (como poco) a más autogobierno, haya sido incapaz durante 40 años (desde 1980) de dotarse de una ley electoral propia para la que tiene competencia. Es una de las pocas CCAA -no digamos ya países- que no la tiene. 

¿El tradicional 'seny' se ha eclipsado ante la barahúnda?

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