El tablero catalán
Llegó el comandante y mandó parar
El Tribunal Superior de Justícia de Catalunya ha pulsado el timbre que da por acabado el recreo de los partidos
Josep Martí Blanch
Periodista
Se acabó la diversión, llegó el comandante y mandó parar, cantaba Carlos Puebla. Algo similar ha hecho el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya pulsando el timbre que da por acabado el recreo de los partidos y mantiene para el 14F -de momento y hasta nuevo aviso- la fecha de las elecciones catalanas.
A los jueces se les va la mano desde hace tiempo con la literatura y las ganas de mostrarse. Le sobraban al TSJC tantos folios y prosopopeya sobre la situación política de Catalunya y el aliño sobre la conveniencia de las elecciones por motivos que nada tienen que ver con la justicia, que es a lo que se dedican sus señorías. Bastaba con argumentar jurídicamente si el decreto firmado por Pere Aragonés se ajustaba a ordenamiento o no. Pero este es un tiempo en el que no hay quien no pretenda ir más lejos de aquello a lo que está obligado. Epidemiólogos y médicos que quieren goberna serían otro ejemplo.
Así que ya estamos en campaña. El primero en empezarla, quien si no, ha sido el alumno que más prisa tiene por examinarse. Anda el candidato-ministro Salvador Illa montado en un cohete que aún no ha despegado pero del que todo son parabienes. Y cuando no son alabanzas son regalos del CIS que, desde que está dirigido por José Luís Tezanos, trata, expone y publica los datos que maneja acorde a los intereses del gobierno de Pedro Sánchez; igual que los cortesanos del siglo XIX preparaban las partidas de billar de Fernando VII moviendo las bolas para dejar tiros limpios al monarca.
El programa del PSOE para Catalunya es de lo más sencillo: Illa será el gran zurcidor. Con él llegará la calma, se acabarán los días de ruido y furia y todo esto del proceso habrá sido un paréntesis. Para todo lo demás la Moncloa y lo que viene haciendo el gobierno de España. Naif, pero fácil de entender.
Los demás estudiantes han sido menos aplicados. A base de pensar que la fecha del examen siempre podía acabar ajustándose -primero con el pacto Puigdemont-Torra, ahora con la pandemia; como la clásica abuela del estudiante universitario que se muere más de una vez durante la carrera para poder esquivar exámenes- no han hincado los codos todo lo que deberían y no acaban de decidir qué cuento es el que quieren explicar.
Otra conspiración del Estado
Cierto que la decisión del TSJC de no autorizar la suspensión de las elecciones les brinda a sus ojos la oportunidad de volver a jugar las cartas de 2017. Es decir, otra conspiración del Estado para hacerles perder las elecciones contra la que hay que rebelarse acudiendo a votarles en masa. Pero ni la decisión del tribunal equivale para nada al 155 de hace tres años ni por supuesto va a generar un clima tan enrarecido y emocional como el de entonces.
Por mucha gestualidad populista que se proyecte en eslóganes moralmente reprobables incluso en campaña del tipo “nos obligan a escoger entre el voto y la salud” no va a producirse un plus excesivo de indignación. Así que JXCAT y ERC tendrán que ir sacando de la chistera el conejo del relato que quieren vender para no perder la comba que pronostican las encuestas. Y ahí, a diferencia del programa socialista, naíf pero fácil de explicar, los soberanistas andan con el pie cambiado porque lo suyo es más complicado de narrar en dos líneas, que es lo máximo que admite una campaña.
Para los republicanos es difícil convertir a Illa y a los socialistas en un demonio después de aprobar los presupuestos del PSOE y haber apostado por una negociación a futuro con ellos. Pasarse de frenada supondría una enmienda a la totalidad de la política que han llevado a cabo durante los últimos tres años y les haría perder credibilidad. Así que la subida de tono ha de tener por fuerza sus límites. Además han de golpear al mismo tiempo a los de Carles Puigdemont que es con quien también se juegan los cuartos.
El eje del bien y el mal
JXCAT sí puede refugiarse en ese esquema más raquítico del eje del bien y el mal, pero no le acompaña el ambiente como antaño y su oferta electoral, la que vaya a ser si la concreta algún día, no puede pasar de un entrelazado conjunto de generalidades sobre la confrontación. Pero la temperatura no es la misma. Esa es su piedra en el zapato. Además, el cartucho de acusar de traidores a ERC está ya amortizado.
No esperen concreción programática del resto de aspirantes en el pelotón de cola que las encuestas sitúan fuera del medallero electoral. A decir de verdad, lo raro de estas elecciones es que parece que nadie quiera disputarlas a excepción de los socialistas. Quizás sea eso lo que explique esta -de momento- ensoñación sobre sus resultados: que es el único equipo que parece decidido a jugar el partido.
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