Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

La injusticia es cosa de todos

SINTECHO

SINTECHO / David Castro

Nnayib (nombre supuesto) duerme cada noche en «su» esquina, justo al lado del hotel Catalonia. La ha elegido porque sabe que el hotel dispone de un portero toda la noche y de cámaras de seguridad: nadie va a intentar atacarle allí.

Hay días en los que está mejor y entonces es amable, especialmente conmigo. En otros, delira, habla solo, no me reconoce.

Hace tiempo, cuando estaba mejor, Nayib hacía de correo para los trapicheos del narcopiso a dos bloques de mi casa. Todo el mundo sabe lo que se cuece allí: los vecinos lo hemos denunciado a la policía en numerosas ocasiones. Por alguna razón, la policía nunca lo cierra. Se ve que Nayib se enganchó a lo que quiera con lo que allí se trafique, y que se le fue la cabeza. Entonces, le echaron.

Madrid estaba a 4 grados bajo cero, y Nayib tirado en su colchón, tosiendo. Coqueteé con la idea de subirlo a mi casa, pero allí vivimos dos mujeres, ninguna de los dos fuertes, y sé por experiencia que cuando Nayib entra en brote psicótico puede ponerse agresivo. No le podía dejar allí, así que llamé al 010. Me fueron pasando de operadora en operadora.

«No somos el Samur Social»

Finalmente, se presentó una ambulancia en el hotel Catalonia. Dos hombres bajaron y preguntaron quién había llamado. Les dije que yo. Examinaron a Nayib, que no quería ni acercarse a ellos. Entonces uno de los dos enfermeros se encaró conmigo. «¿Por qué nos ha llamado si el chico no quería ir al hospital?». «El chico no está en condiciones de saber lo que quiere o no quiere. Y si le dejaba aquí, evidentemente no iba a superar la noche». «Pero no somos el Samur Social, señora, y es a ellos a quienes le corresponde hacerse cargo de esto». «¿Y yo por qué tengo que saberlo? ¡Yo he llamado a la línea de atención ciudadana y les he contado el caso!».

Consumimos entretenimiento para imaginar otro mundo en el que nos gustaría vivir

El segundo enfermero aparta al primero: «Discúlpele, señora, mi compañero tiene un corazón de oro, pero a veces pierde las formas. Es cierto que no es a nosotros a quienes corresponde esto, pero también que el Samur social es un servicio subcontratado, aquí está todo subcontratado y cada cual va a lo suyo, como pollos sin cabeza. Y mi compañero está mal porque… ¡si yo le contara! Hemos tenido que recoger varios cadáveres estos días. Ha hecho usted muy bien, señora, no se preocupe…».

Nayib está asustado, confuso, no entiende lo que está pasando. No podemos llevarle a un albergue. En Madrid hay 560 camas… para una ciudad de casi 7 millones de personas. Obviamente, no hay plazas.

En la Estación del Arte se ha habilitado un refugio provisional, que se abastece de mantas, agua y comida gracias a las donaciones de los vecinos, no de los fondos del Ayuntamiento. Nayib tiene miedo a dormir con más personas, otros sintecho le han agredido o robado en otras ocasiones, se quiere quedar en la esquina. Finalmente, le convencemos de que se vaya a dormir al metro.

Al día siguiente, leo la noticia de que un 'youtuber' que gana 4, 2 millones de euros al año se muda a Andorra para evadir impuestos. Y otra: según el Sindicato de Técnicos de Hacienda, el fraude fiscal es de 91.600 millones de euros anuales.

Vivimos en un mundo injusto y cruel. Y consumimos entretenimiento para imaginar otro mundo. En el que nos gustaría vivir… pero por el que los que nos entretienen no van a jugarse un céntimo.

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