La nota

China crece al 6,5%. ¿Qué implica?

El caso chino indica que la crisis del coronavirus puede ser corta, pero tendrá también otras consecuencias

Edificios en construcción en Pekín.

Edificios en construcción en Pekín. / Adrian Bradshaw / Efe

Joan Tapia

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La economía china creció un envidiable 6,5% en el último trimestre de 2020. Es, desde 2018, el mayor aumento del PIB en el cuarto trimestre, lo que indica que China está rebotando con fuerza tras la recesión de la primera parte del año debido a los cierres y confinamientos del coronavirus. El crecimiento se basa en la industria y también, en menor proporción, en el consumo interno. Y al espectacular tirón exportador (18% en diciembre), originado por la gran demanda de productos médicos y relacionados con los confinamientos. 

China será así el único país con aumento del PIB en 2020. No obstante, el crecimiento anual medio será solo de un 2,3%, el menor de los últimos 40 años. Desde que, gracias al revisionismo de Deng Xiaoping, China abandonó el comunismo maoísta para liberalizarse económicamente, pero siempre bajo el control del poderoso Partido Comunista.

El crecimiento chino es una buena noticia para el mundo. Primero porque sus importaciones, que aumentan a buen ritmo, van a ayudar a que otros países salgan de la recesión. También porque indica que la crisis provocada por la pandemia puede ser -a diferencia de la de 2008- de corta duración. Cuando se ha logrado dominar al virus el rebote ha sido fuerte y rápido.

¿Lo sucedido en China adelanta lo que va a pasar este año en los países occidentales? Es difícil de asegurar porque la victoria china sobre el coronavirus (todavía no total) se ha logrado con una fuerte disciplina social en un confinamiento comandado por un régimen autoritario. Ni en Estados Unidos ni en Europa se pueden aplicar las mismas recetas que son difícilmente compatibles con la democracia y que las ciudadanías no admitirían. Pero es cierto que una rápida y masiva administración de la vacuna puede lograr en Occidente lo que en algunos países asiáticos (no solo China) ha conseguido la mayor tendencia de las poblaciones a la disciplina. 

La directora gerente del FMI, la búlgara Kristalina Georgieva, acaba de declarar que la recesión de un 4,4% del PIB mundial en 2020 puede ir seguida este año de un crecimiento del 5,2%. Pero Georgieva añade que “la vacuna es fantástica, pero no una poción mágica” y que para ser eficaz debe ser administrada con gran rapidez en todos los países. Además, los gobiernos y los bancos centrales deben persistir en sus estímulos a las economías y no retirarlos demasiado pronto.

Pero más allá de la salida de las crisis, las democracias se encuentran ante un doble desafío, económico y político. Por una parte, la potencia china amenaza, a no muy largo plazo, el liderazgo económico y militar de los Estados Unidos. ¿Podrá sobrevivir la democracia a un dominio del mundo por una China dirigida por su Partido Comunista?

Por otra parte, ¿son hoy los regímenes dictatoriales más estables, o más capaces de disciplinar a sus pueblos, que las democracias? ¿La clave del éxito chino es el crecimiento económico, o la férrea dictadura del PC? 

Es una pregunta inquietante cuando vemos que en Rusia -con muchos indicadores de fracaso social- el régimen de Putin sigue desafiando a las democracias y no ha dudado en detener, nada más aterrizar en Moscú, al líder opositor Alekséi Navalni tras su regreso de Alemania, donde ha sido curado de un muy sospechoso envenenamiento.

Charles Michel, el presidente del Consejo Europeo, ha calificado de “inaceptable” la detención. Lo mismo que otros dirigentes occidentales. Es poco porque la dictadura de Putin es un desastre mientras que China es ya una gran potencia.

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