Palabras del mes
Cambios y devoluciones
Por fin, esta semana se puede devolver a Trump al mostrador de donde salió. Devolverlo del todo. Con gusto y ganas
Josep Maria Pou
Actor y director teatral
Josep Maria Pou
Hemos sobrepasado ya la mitad de este enero de nuestro descontento y apenas se ha oído hablar de los dos conceptos que definen, por antonomasia, al primer mes del año: 'cuesta de enero' y 'rebajas'. Ni uno ni otro están siendo, a estas alturas, de interés informativo. Diríase que la nieve los ha sepultado. O que se los ha llevado en su cresta la última ola de la pandemia.
Hasta ahora, todos los días 7 de enero se nos ofrecía la imagen de una multitud alborozada irrumpiendo a la carrera en algún centro comercial, dispuesta a pelear por cualquier jersey de lana a precio rebajado. Este año, sin embargo, la imagen ha cambiado de manera sustancial: lo que hemos visto es a otra multitud, bastante más alborotada que alborozada, irrumpiendo a la carrera en el Capitolio de Washington, dispuesta a pelear por lo que ellos consideraban una rebaja fraudulenta de los votos favorables a su causa. La gravedad del hecho y la fuerza de las imágenes, han hecho que se esfumara el que venía siendo titular histórico del día: "Empiezan las rebajas". Es comprensible que con los ánimos a poco gas y la mayoría de comercios a medio cerrar, si no cerrados del todo, el interés por las ventas de estos días esté siendo muy inferior al que generan las cifras de contagios.
Y en lo que se refiere a la 'cuesta de enero', me resulta casi anacrónico escribir, ahora, esos tres vocablos juntos. ¿Cuesta de enero? Eso era ayer. Hoy lo de 'cuesta' sabe a poco. Habría que hablar, en todo caso, de cuestas varias. La del virus, mucho más dura y escarpada de lo que nunca creímos. La del erte que no llega. La de los enfermos y fallecidos. Es esa una cuesta que a medida que se sube (a medida que se asume) te va dejando sin aire. Más que cuesta, un muro de exagerada verticalidad ante él que se acobardan, incluso, los mejores escaladores.
En consecuencia, pues, con pocos regalos y sin rebajas ni cuesta de enero, parecen haberse esfumado también los vocablos 'cambios' y 'devoluciones'. Apenas hay libro que cambiar o regalo inapropiado que devolver. Claro que siempre hay excepciones. Por cambiar, se cambian de día las elecciones del Barça. Y se retrasan las elecciones al Parlamento de Catalunya, que con el salto de fecha cambian también de figura del santoral. Ya no se celebrarán al amparo de San Valentín, el 14 de febrero, día de los enamorados, sino el 30 de mayo, al amparo de San Fernando, "un rato a pie y otro andando". Lo que puede leerse como un dejar de lado el mínimo amor de calendario y avanzar, no sin tropiezos, por el propio, pedregoso y exclusivo camino de cada uno.
Ahora bien, en lo tocante a las devoluciones, no me digan que no les hace felices que, por fin, esta semana se pueda devolver a Trump al mostrador de donde salió. Devolverlo del todo. Con gusto y ganas. A fondo perdido. O, lo que es peor, a tiempo perdido. Devolverlo por tara manifiesta. Por defecto de origen. Y por no dar la talla. Todo lo cual espero que lo haga desaprovechable para cualquier otra próxima rebaja.
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