Tender puentes

De paseo por Geula

Aún hoy, la comunidad judaica es prácticamente invisible entre nosotros. Nuestra ignorancia de sus costumbres y de su cultura es aterradora

Un niño ultraortodoxo judío a las puertas de un centro de oración en Jerusalén.

Un niño ultraortodoxo judío a las puertas de un centro de oración en Jerusalén. / EP

Care Santos

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Una abuelita judía jaredí mira una serie americana en el televisor del cuarto de la residencia de Jerusalén donde vive. Su familia se opone a que lo haga, porque los judíos ultraortodoxos rechazan la televisión. La abuelita, sin embargo, descubre gracias a la serie que los americanos no son tan malos como ella creía, que quieren a sus hijos y a sus esposas, y que cuidan de su vida familiar. Empieza a rezar por los americanos de la serie, lo mismo que por sus hijos y sus nietos.

Lo anterior es una pequeña parte del argumento de la serie israelí 'Shtisel'. Dos temporadas y 24 capítulos disponibles en Netflix —y nueve más a punto de estrenarse— que narran la historia de una familia judía jaredí en el barrio de Geula, en Jerusalén. El viejo patriarca, Shulem, sus hijos y sus nietos. Su estilo de vida tradicional, centrado en la religión, el estudio de la Torá y la familia, donde no caben la modernidad, ni los perros, ni tampoco insurrecciones tan inexplicables como la vocación artística del hijo menor. 'Shtisel' cuenta las pequeñas y grandes miserias cotidianas de sus personajes: pérdidas, miedos, alegrías, éxitos… Como tantas otras series, ni más ni menos.

Lo que hace a 'Shtisel' única es su punto de vista. No hay crítica, ni odio, ni buenos y malos, ni soberbia, ni reivindicación, ni ganas de convencer a nadie. Tan solo hay naturalidad. Se nos permite ser uno más en esa familia y ese barrio ultraotodoxos que nunca antes nos habían interesado. Se nos permite asistir a sus celebraciones, pasear por sus calles, entrar en sus 'yeshivá', escuchar su música o probar un plato de 'cholent' en uno de sus restaurantes. Nos muestra que todos los seres humanos somos iguales a otros seres humanos, a pesar de las diferencias en las que creemos. Es una vacuna contra la intolerancia. Nos educa.

El mundo necesita más que nunca personas capaces de tender puentes entre culturas, de marcar nuestras semejanzas por encima de nuestras diferencias. Eso es lo que han hecho los creadores de 'Shtisel', Ori Elon y Yehonatan Indursky, ambos procedentes del mundo ortodoxo. Indusrky tuvo el arrojo de abandonar la vida religiosa y la más importante de las escuelas talmúdicas de Israel para dedicarse al cine. Solo al salir de su comunidad reparó en cómo el mundo veía a los ultraortodoxos (o quizá se dio cuenta de que no los veía en absoluto). Sospecho que allí nació su deseo de explicarse, de explicar a su gente.

Escribo esto desde uno de los países que más odio ha profesado a los judíos en toda la historia del mundo. Aún hoy, la comunidad judaica es prácticamente invisible entre nosotros. Nuestra ignorancia de sus costumbres y de su cultura es aterradora. Detesto saber que ese desinterés hunde sus raíces en razones históricas remotas. Aun a sabiendas de que el judaísmo es mucho más que los jaredís, mucho más que Israel y también mucho más que 'Shtisel', esta serie nos ofrece la oportunidad de comenzar por alguna parte. Ojalá la vea mucha gente.