Incendios de Australia

Verano negro, un año del infierno climático de las Antípodas

El 'Black summer' australiano de 2020 no solo arrasó bosques y fauna, también se llevó por delante 445 vidas humanas solo por la polución del aire, y el balance da nuevas razones para renovar las fuerzas de la cruzada ambiental.

Una mujer mira a la cámara frente a su casa, azotada por los fuertes vientos que empujan el humo de los incendios en Nueva Gales del Sur, Australia

Una mujer mira a la cámara frente a su casa, azotada por los fuertes vientos que empujan el humo de los incendios en Nueva Gales del Sur, Australia / periodico

Carol Álvarez

Carol Álvarez

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Damos la vuelta a las hojas del calendario y empezamos ya a recordar cómo estábamos hace un año. La OMS ha logrado por fin acceder a Wuhan para investigar el origen del brote casi 12 meses después de que los primeros científicos determinaran que el virus era de transmisión humana, pero cuando aún solo estaba localizado en áreas concretas de China. La mirada atrás que implica todo aniversario no solo significa una muesca en el calendario, un suspiro de nostalgia y un recuerdo. Es sobre todo una excusa para empujarnos a hacer balance, recordar de dónde venimos y chequear lo que pudimos hacer mal para corregir futuros errores.

La pandemia continuada en el tiempo y el recuerdo de aquel enero de 2020 tapa otra catástrofe histórica: el impacto estremecedor que causaron los incendios del ya conocido como Black Summer, el verano negro australiano. El balance tiene sus cifras. 3 billones de animales, muchos de especies amenazadas, murieron o fueron desplazados de sus hábitats y ahora siguen en peligro. El profesor de la Universidad de Sydney Chris Dickman considera de hecho que el 90% de esos animales fallecieron. Unas cifras tan catastróficas que se pueden equiparar al desastre del Exxon Valdez en 1989, probablemente el año cero para la conciencia ecológica de nuestra capacidad de daño al medio ambiente.  La deforestación por el fuego fue tal que llevó al país a liderar el ranking mundial, copado por lo demás por países subdesarrollados.

Koalas y bosques prehistóricos

De la tragedia medioambiental salieron gestas, como recuerdo de las batallas libradas. Lo fueron el rescate ciudadano de koalas atrapados en bosques en llamas, o la operación forestal que salvó de la extinción al bosque prehistórico que se oculta de todos para su preservación en las Blue Mountains, poblado de pinos Wollemi y descubierto en 1994. Instituidos como guardianes del bosque más antiguo de la Tierra, botánicos de todo el mundo vigilan en red la evolución de los especímenes que crecen ya de las semillas que se subastaron para garantizar su supervivencia, desde los jardines de Kew en Londres hasta rincones como el jardín de la Tamarita, en Barcelona, con un especimen con historia como aquí detalla Antonio Madridejos. 

Si la conciencia ambiental no llega a movilizarnos por animales y árboles, si alguien aún no entiende la cadena que nos relaciona y ata como seres vivos, el Black Summer nos trae otro legado, el del aire tóxico, del que nadie puede escapar. Los fuegos que ardieron durante seis meses en Australia provocaron tal perjuicio a la calidad del aire que expertos de la Universidad de Tasmania valoran que fueron causa directa de 445 muertes, y 4.700 personas necesitaron hospitalización o ayuda médica por problemas cardiacos y pulmonares derivados de la exposición a la polución que afectó al 80% de la población

En plena temporada de riesgo forestal de nuevo, Australia afronta ahora la posibilidad de nuevos incendios con los bomberos voluntarios en alerta, sí, pero con instrucciones claras de confinamiento y uso de mascarillas para proteger a la ciudadanía del aire tóxico del humo.

Que la polución mata sigue siendo un mensaje que suena a exageración y por eso no reorganiza nuestras prioridades. Preocupa, pero no en la escala de valores que debería movilizarnos. Pero en apenas unas semanas un tribunal inglés ha declarado que la muerte de una niña con asma fue por causa de la contaminación y otro de Francia ha frenado una deportación a Bangladesh para evitar al demandado el daño irreversible en la salud que le iba a costar volver a un país con tanta polución. El verano negro australiano y su balance da nuevas razones para renovar las fuerzas de la cruzada ambiental.