Opinión | Editorial

El Periódico

Otro ‘impeachment’ a Trump

La inhabilitación del aún presidente de EEUU está más que justificada, pero a pocos días de su adiós levanta dudas de orden legal y de oportunidad política

Una columna de miembros de la Guardia Nacional se dirige al edificio del Capitolio en Washington.

Una columna de miembros de la Guardia Nacional se dirige al edificio del Capitolio en Washington.

El presidente Donald Trump acumula méritos suficientes para ser el primer presidente que es sometido dos veces a 'impeachment'. Ni siquiera después de los sucesos del día 6 en el Capitolio de Washington ha dejado de excitar los ánimos más allá de los escasamente convincentes llamamientos a sus seguidores para que desistan de recurrir a la violencia. Al avisar de que su procesamiento político desencadenará una «ira inmensa» no ha hecho más que reforzar la idea de que él fue el primer instigador del asalto al Congreso y quien en primera instancia hizo posible que se violentaran el Estado de derecho y la normalidad institucional. Más importante aún, el 'impeachment' está justificado porque un presidente no puede vulnerar la ley y llamar a la insurrección. Siendo cierto todo ello, la activación del 'impeachment' por iniciativa de los congresistas demócratas, con mayoría en la Cámara de Representantes, plantea dudas de orden legal y de oportunidad política.

A solo cinco días de que Trump deje la presidencia, es imposible que el trámite en el Senado se sustancie antes de que Joe Biden tome posesión. De tal manera que incluso en el caso de que la Cámara Alta vote a favor de la condena de Trump y de su inhabilitación, tal circunstancia se dará cuando habrá dejado de ser presidente. Y hay en este punto fundadas razones para entender que no es de aplicación el procedimiento de destitución con carácter retroactivo. No se trata de un detalle menor, aunque se antoja poco probable que 17 senadores republicanos unan su voto al de los demócratas a favor de la destitución, porque está en juego el respeto por el principio de legalidad, uno de los fundamentos de la democracia.

Las reticencias de varias personalidades demócratas a un procedimiento de 'impeachment' que se prolongue durante los primeros meses de la presidencia de Biden tiene bastante que ver con estas dudas legales, pero también con la necesidad de restaurar la serenidad política al principio del mandato, de suturar las heridas dejadas por el paroxismo que ha seguido a la elección presidencial. Aunque los demócratas dispondrán de mayoría durante dos años en las dos cámaras del Congreso, el presidente entrante necesitará sacar adelante iniciativas bipartidistas para sanear el clima enrarecido en una sociedad partida por la mitad. Pero para lograr la complicidad del ala moderada del Partido Republicano, que cree conveniente distanciarse de la herencia de Trump, Biden precisa a su vez liquidar la lógica de enfrentamiento permanente seguida por Trump durante su mandato.

La neutralización del trumpismo partidario de la acción directa requiere que el Partido Republicano deje de ser su rehén y recuperen la iniciativa los actores más significativos del conservadurismo clásico. El trazado del camino republicano de vuelta a la sensatez requiere el aislamiento de las voces que insisten en el fraude electoral y alientan la insurrección, que incluso después del asalto al Congreso repiten que el escrutinio fue manipulado. Nada es aprovechable de la herencia ideológica de Trump en el seno de una sociedad democrática, en especial la atmósfera de exasperación y 'vendetta' que guio tan frecuentemente sus pasos desde que llegó a la Casa Blanca, pero insistir en el 'impeachment', aunque está más que justificado, puede no ser la mejor opción de futuro.