La nota

La insurrección de Trump

El ridículo del asalto al Congreso y el triunfo demócrata en Georgia cambian el horizonte americano

Asalto al Capitolio

Asalto al Capitolio / Reuters

Joan Tapia

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El senador Mitt Romney, candidato republicano a presidente en 2012, ha calificado lo sucedido el miércoles como “una insurrección incitada por el presidente”. En efecto, Trump, furioso por el fracaso de todos sus intentos para impedir la confirmación definitiva de Biden, animó a miles de sus partidarios a marchar sobre el Capitolio y luego sucedió lo totalmente ilegítimo: la ocupación temporal de la sede del Congreso y la interrupción forzosa de la confirmación del nuevo presidente. 

Biden afirmó -mientras sucedían los hechos- que la insurrección rondaba la sedición. Y hay datos muy preocupantes como la sorprendente facilidad con la que los manifestantes pudieron entrar en el Capitolio. También la anterior carta de 10 antiguos secretarios de Defensa (todos los aún vivos) alertando sobre la posible e ilegítima utilización de las fuerzas armadas para abortar la sucesión. Que el primer firmante fuera el propio Dick Cheney, republicano inclinado a las tesis más conservadoras, muestra el gran descrédito de Trump que durante dos meses se ha negado a admitir su derrota (por amplio margen) y ha insistido en la tesis del fraude descomunal. 

Superado el triste y chusco episodio -que a los españoles nos recuerda en algo la estulticia de Tejero- Biden fue confirmado este jueves por amplía mayoría y Trump ha quedado todavía más desprestigiado. Los lideres republicanos -el vicepresidente Pence y el senador McConnell en primer lugar- le han abandonado, varios de sus algos cargos han dimitido y tanto Twitter como Facebook le han prohibido el acceso a sus redes. ¡El presidente que presumía de gobernar con tuits, expulsado de su medio predilecto! 

Lo lógico (y deseable) sería pues que la estrella de Trump se fuera apagando. Pero el trumpismo es la principal expresión del actual populismo y el sondeo anual de Gallup le acaba de consagrar, junto a Michelle Obama, como los dos americanos más populares del año. Ya se sabe: “Hay razones que la razón no entiende”. 

A corto plazo, lo que más preocupa es que a Trump le quedan todavía dos semanas y aunque este jueves prometió “una transición tranquila”, su palabra tiene ahora la credibilidad de un cero patatero. Por eso ya hay voces responsables -el senador Schumer, líder demócrata del Senado, entre ellas- que piden su inmediata destitución al amparo de la enmienda 25 de la Constitución.

Lo del miércoles confirma que el populismo, cabalgando sobre líderes tan desaprensivos como carismáticos, es una grave amenaza a la democracia en tiempos de crisis y rápidos cambios sociales. Y el ridículo fracaso de la insurrección no acaba de tranquilizar pues es debido, en parte, al despropósito de una reacción personal de ira frente a unas instituciones democráticas con mucha historia. 

Con todo, lo relevante es que Trump ha fracasado y sale debilitado. Incluso ha perdido -parece que definitivamente- la confianza de la mayoría de los republicanos y del 'establishment' conservador.

Además, el triunfo demócrata en la repetición de la elección de los dos senadores de Georgia será decisivo. Primero, garantiza la mayoría demócrata en el Senado por lo que Biden estará menos atado. Además, en un estado tradicionalmente republicano, los votos demócratas han subido respecto a los de Biden en noviembre. Y, algo simbólico: el pastor Raphael Warnock será el primer senador negro, no solo de Georgia sino de todos los estados del sur.

Dato final. Wall Street reaccionó al alza tras el fracaso de Trump y la victoria demócrata en Georgia. A seguir.

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