La crisis económica

Salvar el turismo

Mas allá de los deseos de que el sector se readapte a nuevas exigencias, lo principal es que salga adelante los próximos seis meses

Barcelona 10 11 2020 Barcelona sin turistas y con muchos hoteles cerrados por el coronavirus Covid-19 En la foto Sagrada Familia   FOTO de FERRAN NADEU

Barcelona 10 11 2020 Barcelona sin turistas y con muchos hoteles cerrados por el coronavirus Covid-19 En la foto Sagrada Familia FOTO de FERRAN NADEU / FERRAN NADEU

Anna Balletbò

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La expansión del turismo no es un hecho aislado a Barcelona. Se trata de un cambio radical a nivel mundial que, en los últimos diez años, ha transformado la ciudad a todos los niveles: económico, social, cultural y político. Por una parte, algunos destinos mediterráneos han sufrido cambios políticos y sociales que han provocado inestabilidad y, por otra, se ha producido una expansión de oferta de canales de internet, compañías aéreas de bajo coste, ofertas de alojamiento a precios económicos y otros. Para muchos europeos, viajar se ha convertido en un hábito y las ciudades europeas son un destino preferente a nivel mundial.

En 2019 la ciudad de Barcelona recibió un total de 11,977 millones de turistas. De media, cada visitantes realizó un gasto diario aproximado de 200 euros. Son las cifras más altas desde que el ayuntamiento recopila dichos datos. Con una estancia media de cinco días, la ciudad ingresó unos 12.000 millones de euros.

El éxito comportó quejas de los ciudadanos locales por algunos comportamientos y el bullicio de visitantes en vacaciones 'versus' la necesidad de descanso de los locales. Ante la falta de acciones de fondo para disciplinar la oferta, surgió un movimiento de turismofobia con pintadas en fachadas, quejas a las autoridades y movilizaciones vecinales. Se produjeron daños a hoteles y grafitis en marquesinas contra el turismo. El episodio más grave fue la irrupción de unos encapuchados en un bus turístico amenazando a viajeros. La 'borroka' turística ganaba cuerpo.

La miseria de la escasez

La irrupción del covid-19 y los confinamientos y rebrotes han puesto punto final a molestias e ingresos. La hostelería de Barcelona ha perdido todo el año 2020 y puede perder la primavera y el verano del 2021. No hay salones ni congresos a la vista en los próximos 12 meses más allá de los aplazamientos de Alimentaria a finales mayo y el MWC a finales de junio del 2021. De los 434 hoteles existentes en Barcelona apenas 50 han ido abriendo y cerrando a lo largo de 2020. Una catástrofe. Hoteleros, restauradores, taxistas, museos… Son muchos quienes añoran ahora el 'tric-tric' de las ruedas de las maletas circulando por la ciudad. Además, el sector del turismo movía en nuestra ciudad más de 150.000 empleos directos, indirectos y agregados.

Más allá de los deseos de que el turismo se readapte a nuevas exigencias y a una demanda sostenible, incremente su digitalización y consiga una mayor formación de sus trabajadores, lo principal es que el sector pueda salvar los próximos seis meses. El turismo está en grave crisis después de haber empleado todos los recursos disponibles para taponar el vacío que ha provocado la pandemia tratando de reactivar un sector que de momento no se mueve. De los 12 millones de visitantes que recibió Barcelona en 2019, 9,9 millones vinieron en avión. Hasta que el transporte aéreo no se reactive no vendrán turistas. El grupo aéreo IAG, que reúne a las principales compañías que conectan España y Barcelona con los mercados emisores más importantes, anunció pérdidas de 1.500 millones en el tercer trimestre del 2020 y estima una recuperación lenta en 2023 y 2024.

Esperemos que la vacuna ayude a quemar etapas, pero todavía hay que salvar el laberinto del primer semestre de 2021. Los gobiernos de España, autonómico y de Barcelona deben volcarse en ayudar a empresas, autónomos y familias a llegar vivos al verano del 2021. Hay que salvar el próximo verano. Los puentes de conexión son muy frágiles. Aumentadas las carencias de los ICOs, hay que alargar las carencias de las hipotecas, posponer el pago del IAE y reducir el pago del IBI y otros impuestos municipales. Habrá tiempo para pagar cuando vuelvan a sonar las cajas registradoras. Es más fácil salvar empresas solventes que crear nuevas y hacerlas rentables. Habrá que hablar de turismo y de nuevas exigencias y demandas de las jóvenes generaciones de visitantes, más conscientes y exigentes con la sostenibilidad. Hay ideas.