Todos pendientes de Atlanta

Atlanta, la capital del estado americano de Georgia, fue sede de los JJ.OO del 96, los que siguieron a los de Barcelona. Atlanta es también la sede de Coca-Cola, la CNN, Delta Airlines y tiene el aeropuerto de mayor tráfico del mundo. La ciudad y su área metropolitana, con más de cinco millones de habitantes, ha crecido mucho en los últimos años y son ya la novena metrópolis de los Estados Unidos.

Y Atlanta es este martes el punto donde convergen todas las miradas del mundo. Georgia es un próspero estado del sur, donde los demócratas no ganaban desde Jimmy Carter en 1992. Pero, contra pronóstico, Jim Biden lo logró el 4 de noviembre por algo menos de 12.000 votos. Y Trump aún presionaba el pasado viernes a las autoridades estatales –en una conversación publicada por el ‘Washington Post’ que ha levantado gran escándalo– para que “encontraran” los votos suficientes para darle ganador.

Repetición

Tanto Biden como Trump estuvieron ayer en Georgia (el primero en Atlanta, el otro en zonas rurales) haciendo campaña para las elecciones de este martes de los dos senadores del Estado que tendrán grandes consecuencias. Fueron ganadas en noviembre por los dos republicanos salientes, pero no lograron el 50% de los votos, por lo que la ley estatal obliga a repetirlas. Y hay serias posibilidades de que los dos candidatos demócratas –un conocido periodista y un pastor protestante– salgan ganadores.

El resultado será relevante. Si los dos demócratas ganan, el Senado quedará compuesto por 50 demócratas y 50 republicanos, con lo que el voto de la vicepresidenta Kamala Harris sería decisivo. Y si así los demócratas controlan el Senado –tienen ya mayoría en la Cámara de Representantes– Biden podrá aplicar su programa con pocas cortapisas. Si, por el contrario, los republicanos mantienen su mayoría, todo se complicará y Biden tendrá que pactar mucho con el poderoso senador Mitch McConnell, el líder republicano del Senado.

Margen de maniobra

Hoy en Atlanta, con una población multirracial que dio a Biden la victoria y que es la mitad de la del Estado, se decide pues el margen de maniobra del próximo presidente. Y el resultado también tendrá influencia en el futuro del partido republicano. Trump no reconoce su derrota, quiere dominar el partido y volver a ser candidato en 2024. Un sondeo de Gallup le hizo hace pocos días, desplazando a Obama, el americano más popular del año. Pero no todos los republicanos quieren obedecerle. El propio vicepresidente Pence –también posible candidato– y el senador McConnell ya le han plantado cara al reconocer el triunfo de Biden.

Y Trump, con su tradicional arbitrariedad, se revuelve panza arriba y aviva la batalla interna. Se ha opuesto, aunque al final ha firmado, a la Ley de Recuperación –pactada por su secretario del Tesoro con republicanos y demócratas– pretendiendo subir de 600 a 2.000 dólares las ayudas a las familias con menos ingresos, dejando así mal parados a los republicanos que se opusieron siempre a la subida, lo que hoy puede perjudicar a los candidatos republicanos de Georgia. También ha vetado sin éxito –por primera vez las dos terceras partes del Congreso y del Senado le han desautorizado– la ley sobre el presupuesto militar.

Trump, incansable con sus tuits, se está convirtiendo así en un bumerán para los republicanos. El problema es que parece estar “fuera de control” y puede tener alguna “genial idea” antes del 20 de enero, el día del traspaso de poder. Por eso todos pendientes de lo que pase hoy en Atlanta, que no sabremos hasta avanzada la mañana del miércoles.

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