Peccata minuta

El miedo a la libertad

El covid nos ha traído una nueva relación con el poder, quien, para aliviar nuestra incertidumbre ante lo desconocido, nos prescribe qué pensar y cómo actuar en nombre del bien común

Controles policiales para entrar al Ripollès, tras decretarse el confinamiento estricto en esta comarca y en La Cerdanya.

Controles policiales para entrar al Ripollès, tras decretarse el confinamiento estricto en esta comarca y en La Cerdanya. / ORIOL CLAVERA

Joan Ollé

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Erich Seligmann Fromm, psicólogo y filósofo alemán de origen judío, publicó en 1941 'Escape from Freedom' ('El miedo a la libertad'), y lo hizo en inglés y en Norteamérica porque por aquellos días en Europa el miedo superaba con creces a la libertad. Algunos lo leímos más tarde, junto a su 'Arte de amar' a los acordes de las primeras y segundas canciones de Dylan, y no entendimos mucho. Con el vaho de la mascarilla en las gafas y la pandemia como telón de fondo he regresado a él como quien vuelve a Manderley. 

Ha sido bello reencontrarse, por lo que se refiere a nuestra esclavitud del más allá, con el pensamiento luterano de un Dios casi sin iglesia al que puedes tutear ante las tesis calvinistas de una perfecta dictadura celestial. Ya de vuelta a tierra firme, Fromm señala tres conceptos fundamentales para escapar de la libertad, palabra principal del siglo XX: el autoritarismo, la destructividad y la conformidad. El primero consiste en que una persona o grupo deseen ganar control sobre los demás para imponer algún tipo de orden en nombre de una idea 'superior'. Fromm consigna cómo su contemporáneo y compatriota Hitler gobernó Alemania en nombre de la idea de una raza superior y sus propuestas resultaron altamente atractivas para unas clases medias que, ante el vacío, necesitaban orgullo y certezas. La destructividad, siempre según Fromm, consiste en eliminar todo aquello que no se pueda controlar, como sucedió en el subsiguiente holocausto. Y por último, la conformidad, que se produce cuando los gobernados incorporan inconscientemente las creencias, normativas y procesos de razonamiento de su sociedad y las experimentan como propias, extremo que, impidiendo elaborar pensamientos genuinamente libres, provoca gran ansiedad. 

Y aquí estamos: el covid nos ha traído una nueva relación con el poder, quien, para aliviar nuestra incertidumbre ante lo desconocido, nos prescribe qué pensar y cómo actuar en nombre del bien común, bajo pena de castigo y subordinando nuestra libertad personal a “los consejos de los expertos y la influencia de la publicidad”, como escribió literalmente nuestro autor hace justo 80 años.

No hay día que las críticas no arrecien por parte de un sector u otro contra las medidas adoptadas por este o por aquel gobierno, y la población se desespera observando desde 'su' sentido común cierto tipo de contradicciones, como las aglomeraciones en el transporte público conjugadas con la obligatoriedad de usar mascarilla en un bosque inhabitado o en una playa perfectamente desierta. Pero no, aquí y ahora no vale lo de 'piove, ¡porco governo!'. Ahora más que nunca la ciudadanía, desde una extrema pulcritud, tenemos la oportunidad, el privilegio y la obligación de ser protagonistas de nosotros mismos, así como de nuestro futuro personal y colectivo. O todos o nadie.

Fromm concluye: «Solo tiene un significado la vida: el acto de vivirla. Pero para ello es imprescindible estar en íntimo contacto con aquellos con quienes se comparte el mundo”.