Estratagemas

Es una noche de sortilegios. Invocamos la convención con la que medimos el paso del tiempo como una frontera incierta que nos permite dejar atrás lo vivido y afrontar el futuro con la ciega esperanza de que la incertidumbre contenga alguna certeza favorable. Es una noche de traspaso, de abandonar lo que ya ordenamos en el armario del pasado con la ilusión –confabulada con ritos y ceremonias, colectivas o individuales– de que el nuevo año nos sea beneficioso. El deseo de felicidad se concreta en esta noche, que llega con pereza, mientras preparamos los fastos de la inauguración. Abandonamos el lastre de lo que nos ha sucedido como si entráramos desnudos en una habitación por estrenar.

Esta es buena parte de la esencia de la Nochevieja. Y en la llegada del 2021, claro, vertemos más rencor de lo habitual en el período nefasto que tiramos por la borda, con la intención de que un cambio de dígito –la estratagema para ahuyentar el temor de la desaparición– sea el anuncio de una época libre de males. Sin darnos cuenta, en el fulgor del desprecio y el jolgorio, que no somos sino pequeñeces que orbitan en un universo que no conoce el nombre de los días, las cifras de los siglos.