Egoísmo miserable

La vacuna contra los rabiosos

No tener la capacidad de celebrar, ni que sea un maldito día, que podemos empezar a salir del túnel en el que entramos el pasado marzo, es un síntoma de una patología muy típicamente española y catalana

Josefa, la primera vacunada contra el covid-19 en Catalunya

Josefa, la primera vacunada contra el covid-19 en Catalunya / Photo by Maud WATINE / AFP

Ernest Folch

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Desembarca la vacuna y con ella el ejército de rabiosos habituales, dispuestos a convertir una gran noticia en una tragedia. Si alguien nos llega a decir, hace solo unas semanas, que hoy se estarían empezando a administrar las primeras vacunas nos habríamos tenido que pellizcar para asegurarnos que no estábamos soñando. Porque el día que certificamos que la humanidad entera ha sido capaz, en un tiempo récord, de inventar, desarrollar, aprobar y distribuir un remedio efectivo para la peor pandemia de la historia, el PP, Albert Rivera y el sector amargado del independentismo se ponen acuerdo y prefieren irritarse con las etiquetas gubernamentales que alegrarse por la epifanía histórica. De repente, lo relevante es el logo del continente y no la sustancia salvadora del contenido, algo que lleva a Pablo Casado, no se rían, a acusar al Gobierno de propagandista y a otros a reprochar, en el fango de las redes sociales, que la primera abuela vacunada aquí sea gallega.

La hiperventilación extremista, que es transversal en todas las ideologías, ni siquiera se da cuenta del ridículo al que puede llegar en días tan señalados. Y sí, claro que hay que fiscalizar y vigilar con sumo cuidado todo el proceso de compra, distribución y seguimiento de la vacuna, incluido el beneficio, de momento nada investigado hasta la fecha, de las farmacéuticas implicadas, pero no tener la capacidad de celebrar, ni que sea un maldito día, que podemos empezar a salir del túnel en el que entramos el pasado marzo, es un síntoma de una patología muy típicamente española y catalana, que consiste en pensarse que cuando uno está en la oposición, o en una de sus sectas de palmeros, nunca puede cometer el terrible error de alegrarse por nada. La buena noticia es que la vacuna no solo actúa contra el virus sino contra todos estos quejicas profesionales que quieren sacar rédito político de este momento y no han entendido todavía que lo que pide esta pandemia es anteponer el bien colectivo a cualquier otra consideración. Es decir, no han entendido que la vacuna trae también consigo anticuerpos contra su miserable egoísmo. 

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