Opinión | BALANCE DEL 2020

Emma Riverola

Emma Riverola

Escritora

Cri-cri, llegó la plaga

La epidemia adoptó múltiples formas; también la del monstruo que habita las casas, el que humilla y golpea; el que abusa. Las cuentas se poblaron de restas. No salían. Y cedieron las pinzas que aguantaban tantos equilibrios

Miedo a la tercera ola del covid en la UCI de Sant Pau

Miedo a la tercera ola del covid en la UCI de Sant Pau / Ferran Nadeu

No tardó en llegar el sonido. Un rumor lejano. Parecía que se quedaría allí, en esas desgracias ajenas que cada vez ocupan menos espacio en las páginas de Internacional. Parecía. Empezó el año con la jura de cargo de los 22 ministros. El Gobierno más progresista y feminista de nuestra democracia reciente. Ese era el titular. En el cuerpo de texto no cabían más interrogantes. ¿Resistiría? El Rey abría la legislatura e instaba a los partidos a recuperar la confianza de la ciudadanía. Ay, qué dura es la hemeroteca. Puigdemont congregaba a más de 100.000 personas en Perpinyà. El gobierno de Sánchez y el ‘govern’ de Torra constataban sus diferencias. Y Trump salvaba el 'impeachment'. Hasta que el cri-cri dejó de sonar distante. 

Una nube, una niebla, un velo espeso que cubrió las calles, se coló bajo las puertas y cegó ojos, oídos y bocas. Una plaga con hambre infinita dispuesta a devorar, a arrasar cuanto encontrara a su paso. La incredulidad se iba extendiendo conforme el cri-cri avanzaba. ¿Cómo podía estar pasándonos esto? El 14 de marzo se declaró el estado de alarma. Y el día se contemplaba desde la ventana. El encierro aún se haría más extremo 15 días después. Solo los trabajadores esenciales se movían por unas calles fantasmagóricas, involuntarios protagonistas de una película de terror. 

"Cerramos las puertas y fuimos más conscientes que nunca de nuestra vulnerabilidad"

Cerramos las puertas y fuimos, más conscientes que nunca, de nuestra vulnerabilidad. La plaga adoptó múltiples formas. También la del monstruo que habita las casas, el que humilla y golpea. El que abusa. Las cuentas se poblaron de restas. No salían. Y cedieron las pinzas que aguantaban tantos equilibrios. La cultura, la restauración, el ocio nocturno, el turismo… Retales a merced de la plaga. A las ocho aplaudíamos a los sanitarios. Las pérdidas sin despedidas nos dejaban heridas abiertas. El teletrabajo se impuso, y nos hizo aún más desiguales. El malestar se medía por el número de metros cuadrados. Algunos sacaban lo mejor de sí mismos. Otros lucían su peor versión. Salimos del confinamiento y las calles seguían pareciendo vacías. ¿Dónde estaban los turistas? Las ciudades convertidas en pueblos. Las plazas, en patios de recreo. Había el encanto de recuperar los lugares arrebatados, pero no alegría. Era un vacío que olía a derrota.

"Juan Carlos I ha sufrido la plaga de su pasado. El ‘procés’ también anda perdido en su propia niebla"

Cri-cri, la plaga arrasa el planeta. Engulle vidas, golpea la economía y zarandea la política. El populismo conservador quiso ignorarla. Jair Bolsonaro, Boris Johnson, Donald Trump, incluso Javier Ortega Smith, todos trataron de retarla, hasta que estuvo a punto de engullirlos. Las fronteras siguen convertidas en muros. El mar, en cementerio. Y la incapacidad para dar una respuesta global al drama de la inmigración multiplica el dolor.  

Juan Carlos I ha sufrido la plaga de su pasado. El ‘procés’ también anda perdido en su propia niebla. La gestión de la realidad ha acallado a algunos charlatanes, pero la desesperanza es terreno abonado para la intolerancia. A pesar de los pesares, el Gobierno progresista resiste. Y hay Presupuestos sociales. No hay rotulador que borre un año de tragedia, pero hay espacio para la esperanza. La vacuna ya está aquí. La Unión Europea ha apostado por la solidaridad y el populismo conservador ha perdido su trono en EEUU. Hay una oportunidad para un mundo más cabal, más humano. Pero eso, si acaso, ya será en 2021. 

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