Arbitraje desde la cima

Marchena sigue al mando

Costará refrenar el ansia de protagonismo del presidente de lo Penal, sabedor de que su Código es un arma cargada de futuro

Manuel Marchena, juez del Tribunal Supremo

Manuel Marchena, juez del Tribunal Supremo / periodico

Matías Vallés

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Debe de ser casualidad que a Manuel Marchena le toquen la sentencia del 'procés' y la previa del coronavirus. Los 75 folios para exculpar a medias de la pandemia al Gobierno guardan un notable parecido con el abordaje de la condena a cien años de cárcel a los independentistas, será que la astringente prosa judicial también admite un estilo. Este segundo volumen no concluye que los políticos son inocentes, sino que aquí manda el juez canario y que desea preservar su arbitraje desde la cima. Luce el poder máximo como presidente de la sala penal del Supremo, y lo ejerce con mayor convicción que cualquier otra magistratura estatal. Debería impartirle alguna lección privada sobre el mando a Felipe VI.

Los responsables políticos italianos ya han declarado ante la fiscalía, la procura francesa introduce el homicidio entre los delitos que investigar en conexión con la gestión de la pandemia. Marchena rechaza la beligerancia, se muestra respetuoso, tritura las hipótesis de un 8-M contagioso y determina que de momento el Gobierno no tiene nada que temer, pero que sigue en sus manos. De ahí la invocación a eventuales iniciativas de los juzgados de Instrucción. Casi parece un homenaje al número 13 de Barcelona, de providencial aportación a las condenas del 'procés'.

Los ilustres abogados de los independentistas también creían haber seducido a Marchena, antes del chasco monumental. La entrada en liza del Supremo obliga a recordar que los jueces no son colectivamente mejores que los políticos a quienes han de juzgar por lo que, siempre que sea posible, no deberían privar a los ciudadanos del placer de removerlos. A los políticos, porque los magistrados son intocables. Al no haber adquirido la dignidad que confiere el valor en la lucha diaria contra la pandemia, jueces y políticos deberían abstenerse para ceder los focos a los médicos. Ahora bien, costará refrenar el ansia de protagonismo del presidente de lo Penal, sabedor de que su Código es un arma cargada de futuro. Y quién se atrevería a desmentirle.