Palabras efectivas

Trump, Johnson, Canadell

El 14-F sabremos si en Catalunya también puede cuajar el virus de la derecha populista que infecta a medio planeta

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Ernest Folch

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El ‘procés’ empezó a empequeñecerse el día en el que la palabra 'victoria' entró en el lenguaje de los dirigentes políticos catalanes. Porque si hay ganadores hay perdedores, y si hay perdedores hay heridos, que es justamente lo que la política debería evitar, no fomentar. Y es que la degradación de la vida pública empieza y termina en las palabras, esa rendija diabólica por donde se empieza a colar el odio. De la misma manera que hay quien quiere quitar el adjetivo 'político' de los presos para convertirles en simples delincuentes, desde un cierto independentismo se califica de "traidores" a los que han optado por el pacto y la cesión, condición imprescindible para llegar a un acuerdo. Ya hace demasiado tiempo que hemos normalizado que se llame “enemigos” a los que piensan diferente y se insinúa continuamente una especie de superioridad ética catalana, como si aquí no hubiera también la misma corrupción, la misma ineficacia o el mismo talento que en casi cualquier otro sitio. Como si fuéramos mejores por el mero hecho de ser de aquí.

Joan Canadell, el último que ha entrado en el club del esencialismo y que ha sido elegido para encabezar las listas de JxCat, habla de que en Catalunya hay “colonos” y se cree las ficciones grotescas de cuatro seudohistoriadores que defienden teorías tan peregrinas como que Cervantes fue catalán, algo que resulta que ustedes y yo no sabíamos porque nos lo había escondido la malvada historiografía vendida al españolismo. Las invectivas de Canadell parecen nuestra variante local del virus “chino” de Trump y de sus imitadores, como Boris Johnson o Bolsonaro, todos especialistas en retorcer la historia y manipular el lenguaje. Los que menosprecian a Canadell creyendo que sus palabras no son electoralmente efectivas, que vayan con cuidado, porque Trump acaba de lograr 72 millones de votos. El 14-F servirá, entre otras cosas, para comprobar si en Catalunya también puede cuajar nuestra particular mutación del virus de la derecha populista radical que infecta a medio planeta.