Pugnas políticas

La encrucijada

España como sistema político está cerca del colapso; y de ahí puede surgir un modelo más evolucionado o una regresión en toda regla

El presidente del Gobierno  Pedro Sanchez y el presidente del PP  Pablo Casado  se saludan con el codo en el Palacio de Moncloa  antes del inicio de su reunión, el pasado 2 de septiembre

El presidente del Gobierno Pedro Sanchez y el presidente del PP Pablo Casado se saludan con el codo en el Palacio de Moncloa antes del inicio de su reunión, el pasado 2 de septiembre / Pool

Carles Francino

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La política nuestra de cada día se ajusta cada vez más a lo que proponía aquel chiste de vascos: “Oye, Pachi, ¿para qué vamos a dialogar, si podemos resolver la discrepancia a hostias?” Pero, por desgracia, nada de lo que nos está ocurriendo es una broma. Resulta descorazonador repasar los enormes desafíos que tenemos pendientes y comprobar cómo son utilizados de munición contra el adversario. Es una evidencia que desde la política -y no poco desde el periodismo- se contamina tanto el ambiente que esa cultura del odio ha echado raíces entre todos nosotros. Igual es que nunca se marchó, pero hasta no hace tanto estaba más disimulada. Da igual lo que se ponga a tiro: desde la pandemia hasta la eutanasia, desde los impuestos hasta el salario mínimo, la monarquía, el 'procés', y la justicia, claro - ¡ay, los jueces con ganas de mandar a golpe de sentencia…!-, para llegar finalmente al paroxismo: la utilización de la Navidad como argumento de reproche parlamentario, que es lo que hizo Pablo Casado el otro día en el Congreso. No creo que su intervención fuera solo ridícula -que lo fue- sino también muy peligrosa por el tufillo que desprendía hablar de España como país cristiano -que no lo dice la Constitución- y aludir a otras confesiones religiosas. Está visto que la pugna con VOX no cesa. Y la del PSOE con Unidas Podemos, tampoco.

Sinceramente, no recuerdo en qué momento alguien decidió que hacer política consiste en azuzar a unos contra otros, y no reconocer a esos otros ni la más mínima virtud. Pero creo que hemos llegado ya a un punto en el que resulta imprescindible plantearse dos cosas: una, que España como sistema político está en la encrucijada, cerca del colapso; y de ahí puede surgir -¡ojalá!- un modelo más evolucionado o una regresión en toda regla. La normalización del neofranquismo tampoco es ninguna broma. Y dos, tanto que nos fijamos en Estados Unidos, ¿no podríamos reflexionar sobre cómo se ha situado al borde del abismo con el fenómeno Trump? Es un espejo diáfano en el que mirarnos. Y si no aprendemos de eso, no nos quejemos después. 

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