LIBERTAD CONDICIONAL

Paz, amor y despolarización

En estas Navidades, deberíamos intentar hablar con la persona que está en el extremo contrario, empatizar con ella y buscar un punto de encuentro

Kaley Cuoco en 'The Flight Attendant'.

Kaley Cuoco en 'The Flight Attendant'. / ARCHIVO

Lucía Etxebarría

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En la serie 'The Flight Attendant', la protagonista se sabe perseguida por una banda criminal, pero no lo puede contar porque casi nadie la cree. La acusan de loca. Cuando nuestra protagonista conoce a un ligue de una noche y se van de paseo, él se da cuenta de que ella está constantemente mirando por detrás de su hombro, para comprobar si la siguen. Ella le explica: “Es una costumbre que he adquirido últimamente”.

El sábado yo había quedado con alguien para tomar un café y esta persona no entendía mi insistencia en ocupar una mesa justo en la entrada, para poder ver quién entraba cuando yo estaba dentro, y para poder salir rápidamente si fuera necesario.

Es una costumbre que he adquirido últimamente.

Y la he adquirido después de varios encontronazos en la calle cuando de pronto, y sin venir a cuento, una persona desconocida se planta frente a mí, se para y empieza a gritar como poseída por Pazuzu (busque en Google para pillar la referencia). Alguien le ha dicho que soy el enemigo.

No es lo mismo estar en desacuerdo con respecto a cuál debe ser la carga fiscal de un determinado segmento de la población que dar por hecho que el millón de votantes de Ciudadanos, sin excepción, son malas personas. No es lo mismo diferir respecto a lo que es sexo y género que proclamar por redes que “a Lidia Falcón hay que trincharla como un pavo” o que “debe acabar como Carrero Blanco”. No es comprensible que haya conocidos que me amenacen con dejar de dirigirme la palabra si me considero amiga de Anna Grau y que a ella le pase lo mismo en su entorno. No puede ser que en un bar de mi barrio una señora se olvidara el móvil y los camareros decidieran no avisarla porque esa mujer haya hecho campaña en redes a favor de Vox. Lo curioso es que cuando yo, espeluznada, relato esta última anécdota, una gran parte de mis amigos (ya en proceso de examigos) me dicen que tampoco le habrían devuelto el móvil.

España es, según últimos estudios el país más polarizado de Europa y uno de los más polarizados del mundo. Esto quiere decir que, si cierta periodista se deja el móvil en el bar equivocado, los camareros no se lo devolverán. Quiere decir también que muchas de mis amigas están contentísimas de que esta Navidad les haya ofrecido la excusa perfecta para evitar reuniones que acababan a gritos, a cuenta de los temas que todos conocemos: independentismo, feminismo, religión o incluso fútbol. Y este es el momento en que yo tengo que recordar que hace menos de cien años vivimos una guerra civil que se llevó por delante a casi el 5% de la población en tres años, y a unos cuantos más que murieron de hambre o enfermedad en la dura posguerra.

Por eso, cuando estas Navidades hablemos de Paz y Amor, debemos entender que estas palabras solo tienen sentido en nuestro país si se asocian a otra: despolarización. Y que para crear esa despolarización deberíamos empezar por nuestro entorno, nuestra familia, nuestro barrio. Intentar hablar con la persona que está en el extremo contrario, empatizar con ella y buscar un punto de encuentro. Porque para encontrar la Paz se requiere del Amor, en su acepción más ampliaSentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro. 

TEMAS