Análisis
Querer y no poder
Este Barça seduce y desengaña en tres días y nadie sabe a ciencia cierta cuáles son sus aspiraciones reales
Albert Guasch
Periodista
El Barça es un equipo que tiene deseo pero no capacidad. Lo que siempre se ha definido como un quiero y no puedo. Indiscutible la actitud, encomiable el esfuerzo, presentes las ganas. Sin embargo, todo se realiza con un sufrimiento que se hace muy visible. Falta fluidez y naturalidad. Los goles mismos entraron haciendo ruido, chirriando, sin aceite, enclaustrando el balón tras unos botes aquí y unos rechaces feos allá. Seguramente Messi soñó un gol más principesco para igualar a Pelé.
El sudor abundante, ya se ve, no es suficiente. El equipo atacó por apelotonamiento, siempre por el centro, buscando meter una sandía por el ojo de la aguja. Quizá porque Koeman alineó ayer a demasiados jugadores de un perfil parecido, alérgicos encima al disparo lejano. Quizá no se amplió el campo todo lo que se debería. Quizá no se hizo correr rápido el balón.
Defensivamente, empezando por la presión alta que tan bien se armonizó en parte ante la Real Sociedad, se descompuso una vez más. El Valencia no sintió la asfixia de los donostiarras. Se recuperó la mejor versión de Ter Stegen, Araújo valdría una millonada si jugara en Francia y la secretaría técnica quisiera ficharlo ahora, y Mingueza da la talla para el primer equipo. Pero colectivamente el estropicio volvió a manifestarse sobre todo a balón parado. Desde el inolvidable día de Anfield que un jugador rival no remataba tan cómodo y suelto un lanzamiento de esquina. En el tanto de Diakhaby la distancia social se respetó al máximo en el área azulgrana, como si hubiera miedo a contagio.
Muchas dudas observó Koeman en sus jugadores, según dijo al acabar el partido. Pero es evidente que él mismo debe ser el primer responsable de que eso no suceda. Va probando, sacude la manta. Pero el equipo no pierde la sensación de pasar frío. Ya no sorprende que sean Coutinho y Griezmann, los futbolistas más caros de la historia del club, los que más decepcionen. A eso nos hemos acostumbrado. Quizá sacarlos un tiempo del escaparate es la agitación que falta.
A la postre, hay que hacerse a la idea de lo peligroso que resulta enamorarse de este Barça. Seduce y desengaña en tres días y nadie sabe con certeza cuáles son sus aspiraciones reales. Casi mejor no hacerse ciertas preguntas.
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